Necrópolis visigoda. El Boalo |
Aproximación a la historia del pueblo de El
Boalo: De
la Prehistoria
a la Baja Edad
Media
La
historia del pueblo de El Boalo no se puede seguir con rigor y precisión, pues
faltan las fuentes documentales necesarias para su estudio. Los documentos
antiguos que pudieran figurar en el Archivo Municipal están desaparecidos;
también son escasas las citas a la población y sus habitantes en las crónicas
generales. Por ello, es más exacto hablar de una aproximación a su historia.
En
anterior artículo de este blog -El Boalo:
los primeros pobladores- dimos cuenta del hallazgo de indicios de un primer
poblamiento en la zona, ubicado en un área de poblado asociado al Túmulo de
enterramiento prehistórico de las vegas del río Samburiel, cuya antigüedad se
cifra entre tres y cuatro mil años (2.000 a 1.000 a .C.), época que correspondería al Calcolítico, tiempo de transición del
Neolítico al periodo del Bronce (la Prehistoria comprende la
Edad
de Piedra [Paleolítico y Neolítico] y la Edad de los Metales [Cobre, Bronce y Hierro])
Túmulo de las vegas del río Samburiel. |
Para situar adecuadamente los
tiempos a los que nos vamos a referir en adelante, desde la Prehistoria hasta la Baja Edad Media, conviene
recordar la cronología de los tiempos prehistóricos e históricos más antiguos. En
este sentido, hablamos de la
Prehistoria y primeros tiempos de la Historia con las
divisiones siguientes:
Edad de Piedra, inicio de la Prehistoria , comprende
dos periodos:
-Paleolítico, el más antiguo, arranca con el origen de la especie
humana y se prolonga hasta unos 5.000 años antes de Cristo (a.C.)
-Neolítico, más moderno, se extiende entre los 5.000 a los 2.000 años a.C.
Edad de los Metales, que cierra la Prehistoria , tiene
tres periodos: Cobre, Bronce y Hierro.
Discurre entre los 2.000 y los 1000 años a.C.
Con la Edad
Antigua , que sigue a la anterior, se inicia la Historia coincidiendo con
el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones o civilizaciones
antiguas. El concepto
más tradicional de historia antigua presta atención al descubrimiento de
la escritura, que convencionalmente la historiografía
ha considerado el hito que permite marcar el final de la Prehistoria
y el comienzo de la Historia, dada la primacía que otorga a las fuentes
escritas frente a la cultura
material, que estudia con su propio método
la arqueología.
La Edad Antigua se prolonga hasta la caída del
Imperio Romano a manos de los bárbaros, en el siglo V después de Cristo, en el
año 476.
Por consiguiente, en este trabajo,
de acuerdo con su título, cerramos nuestro recorrido histórico en el año 1.000
de nuestra era.
En
los primeros siglos de la
Edad Antigua , la
Península ibérica estuvo habitada por dos pueblos: los íberos
y los celtas. El término íberos es muy ambiguo; designa un grupo étnico de tribus sin
cohesión, sin sentimiento de identidad común; son los descendientes de los
habitantes prehistóricos de la Península. Los celtas procedían del centro de
Europa e invadieron la
Península entre los siglos VIII a VI antes de Cristo; su
asentamiento se efectúa en varia oleadas y se realiza en casi toda la Península , sólo el sur y
la zona más mediterránea (donde habitan los íberos) está aparentemente al
margen de esta cultura. La mezcla o fusión de los pueblos celtas con los pueblos
iberos da paso a una cultura diferenciada llamada celtibera.
Las tribus consideradas de la etnia celtibérica
fueron los arévacos, vacceos, belos, titos, carpetanos, vascones, túrmogos,
cántabros, astures, oretanos, várdulos, autrígones, lobetanos, caristos,
ilergetes, castellani, edetanos, callaeci, celtici, lusitanos, bastetanos,
vettones, turdetanos, etc. Los celtíberos vestían de negro, con el típico sagum
galo y ceñidas calzas; se cubrían con una capa o manto con capilla. Su religión
era fundamentalmente druídica; sus ritos, celtas; sus sacerdotes muy similares
a los druidas. Fueron típicas sus danzas y sacrificios en las noches de
plenilunio.
Península Ibérica en época prerromana |
También
llegaron a la península otros pueblos, atraídos por las riquezas minerales
(cobre, estaño, plata), a lo largo de los mil años anteriores al nacimiento de
Cristo; así, los fenicios, los griegos y los cartagineses llegaron por el
Mediterráneo y se establecieron en sus costas, fundando colonias que llegaron a
ser importantes focos comerciales.
Finalmente,
los romanos llegaron en el año 218 antes de Cristo para iniciar la conquista de
la Península Ibérica ,
a la que llamaron Hispania. Su presencia llegó hasta principios del siglo V
d.C. y su influencia es la base de nuestra cultura actual. Los pueblos que habitaban
el territorio ocupado siguieron un proceso de romanización. Es decir:
progresivamente fueron asimilando la lengua (el latín, del que deriva nuestra
lengua), costumbres y creencias.
EL BOALO HASTA LA EDAD MEDIA
Volviendo a nuestra historia; hemos
dejado a los primeros pobladores de El Boalo instalados en el área de poblado prehistórico
localizado en las vegas del río Samburiel. Debemos suponer que esa presencia
humana del Calcolítico (transición
del Neolítico al periodo del Bronce) debió continuar en la zona a lo largo de
los años, experimentando, como es natural, las transformaciones que el paso del
tiempo ocasiona como resultado de la evolución propia, de invasiones de nuevos
colonizadores, de asimilaciones culturales de otros pueblos o, lo que es más
común, de la incidencia conjunta de todos los factores citados. La continuidad
del asentamiento en la zona fue propiciada por las buenas condiciones que el
terreno ofrece; particularmente en el entorno de la confluencia del arroyo
Herrero con el río Samburiel, donde se cuenta con agua en abundancia, tierras
de labor y prados inmediatos -para explotar la agricultura y la ganadería-, así
como cerros próximos -el cerro de la
Ermita y el cerro del Rebollar- para instalar las viviendas.
Además, hay que significar que el centro de la
península es zona de paso obligado en las comunicaciones norte-sur y este-oeste; y en ese paso, por su situación
geográfica, el valle del río Samburiel debió jugar un papel importante en la penetración
humana por la vertiente sur de la
Sierra del Guadarrama, pues a través de él se enlazan los
pasos de la Sierra
con el valle del río Manzanares, que es -junto a los valles del Guadarrama y
del Jarama- una de las vías naturales de comunicación que unen las montañas del
Sistema Central con la depresión del Tajo.
Los pobladores que en torno al año 300 a . C. ocupaban la zona
sur de la Sierra
de Guadarrama eran de etnia celtíbera, pertenecientes al pueblo carpetano. Los carpetanos eran una tribu que se
extendía desde la Sierra
de Guadarrama hasta el Tajo. Su capital era Mantua Carpetana, ciudad aún no
encontrada por los arqueólogos y que, según muchos historiadores, podría
hallarse bajo el terreno del actual Móstoles, en Madrid. El
nombre de carpetanos viene de Montes Carpetanos, que es como designó el
escritor griego Estrabón a la parte norte de la alineación montañosa principal
de la Sierra
de Guadarrama, que separa Segovia de Madrid. La situación de los carpetanos en
relación a otros pueblos celtíberos los ubicaba al oeste de los Olcades, al norte de los Oretanos, al
este y sur de los Vacceos y Vetones.
Los carpetanos ocupaban el centro de la Península |
Poco más se sabe de sus
características culturales, debido a la escasez de textos históricos y la ausencia de excavaciones arqueológicas. De su panteón religioso solo se
puede citar algún rasgo, como la adoración que profesaban a la diosa Ataecina.
Las ciudades y aldeas suelen estar emplazadas en altozanos situados en llanos propicios a la agricultura. La gran riqueza celtibérica era el ganado lanar, bovino o caballar.
Las ciudades y aldeas suelen estar emplazadas en altozanos situados en llanos propicios a la agricultura. La gran riqueza celtibérica era el ganado lanar, bovino o caballar.
En el
siglo II después de Cristo, Ptolomeo, un geógrafo e historiador de la ciudad de
Alejandría, en Egipto, hablaba de la existencia de dieciocho ciudades (poleis)
en territorio de los carpetanos en el momento de la conquista romana: Iturbida,
Egelesta, llarcuris, Varada, Thermida, Titulcia, Mantua, Toletum, Complutum,
Libora, Ispinum, Metercosa, Bamacis, Altemia, Patemiana, Rigusa, Laminium y Caracca.
Algunas de ellas perviven hoy como ciudades importantes (Toledo, Alcalá de
Henares) o como pueblos (Titulcia). Pero de otras se ha perdido todo rastro.
Tal es el caso de Egelesta, a la que Plinio también habla citado en su
"Historia Natural". Los estudios sobre las coordenadas que ofrece
Ptolomeo pemiten deducir, con cierto margen de aproximación, que Egelesta se
hallaba situada en un cuadrante comprendido entre los 40° 25'-40° 23' de
latitud y los 3° 53' de longitud, o lo que es lo mismo, en algún punto dentro
del área limitada por Pozuelo de Alarcón, Villaviciosa de Odón y Alcorcón.
Tenemos
noticias de la presencia de pueblos carpetanos en zonas próximas a El Boalo.
Así, Collado Villalba fija su raígambre celtíbera como pueblo carpetano, con
dos gentilidades bien documentadas: “Amia Elarig” y “Cantaber Elquisme”, así
como con una cobija de granito cortada de una estela donde tiene grabado un
texto indescifrable que, visto en conjunto semeja a una Venus. Y también se
citan ceremonias druidas en La
Pedriza , dentro del término del vecino pueblo de Manzanares
El Real.
Cerros de "El Rebollar" y "La Ermita". El Boalo |
Por
ello, aunque no se han encontrado restos -tampoco se han buscado- no es
descabellado suponer que en el entorno de los cerros de "El Rebollar" y de "La Ermita" pudiera haber estado
ubicado un pequeño poblado carpetano, continuador de la presencia humana más primitiva
descubierta en la zona de las vegas del río Samburiel (cabe recordar aquí que las aldeas y poblados celtíberos
suelen estar emplazados en altozanos situados en llanos propicios a la
agricultura). No se puede saber bien cómo era
la estructura de la propiedad territorial en este tipo de poblados, pero cabe
pensar que dada su economía fundamentalmente pastoril, existirían unos terrenos
comunales, mientras que los ganados pertenecerían a diversas familias y constituirían
la expresión de la riqueza de cada una de ellas.
La
zona centro de la Península
no tuvo contactos con las colonias de los pueblos colonizadores: griegos y
fenicios y cartagineses. Sin embargo, hacia el 220 a . C. la vertiente Sur de
la Sierra del
Guadarrama fue campo de batalla para cartagineses y celtíberos (unidos éstos en
alianza con los romanos), al ser Aníbal atacado por los carpetanos a su regreso
de Zamora y Salamanca, cuando cruzaba la Sierra antes de alcanzar el Tajo.
Precisamente, la presencia de
los cartagineses en la Península Ibérica
motivó la entrada en ésta de sus enemigos: los romanos. En el año 218 a . C. Roma invade la Península Ibérica
condicionada por el desarrollo de su enfrentamiento con Cartago por el dominio
del Mediterráneo, resuelto con las Guerras Púnicas. Tras
la 1ª Guerra Púnica, desarrollada entre los años 264 al 241 a. C. y cerrada con el llamado pacto del Ebro,
Cartago pretende rehacerse en base a la Península y ataca a la ciudad de Sagunto, fiel
amiga de los romanos, al tiempo que Aníbal emprende su famosa campaña de los
elefantes contra Roma, dando así inicio la 2ª Guerra Púnica (entre los años 218
al 201 a .
C.) en el transcurso de la cual los romanos tomarán la Península Ibérica
: Publio Cornelio Escipión (“el Africano") desembarca en el 218 a . C. en Ampurias
(Gerona) con la finalidad de desmontar los apoyos de Aníbal en su campaña
contra Roma. Consigue sus propósitos y Cartago es expulsada de la Península Ibérica ,
trasladándose la guerra al continente africano. Para facilitar su triunfo, Roma
había realizado pactos con algunas de las tribus peninsulares, a las que
"ayudó" a liberarse del yugo cartaginés. Tras la victoria, Roma
incumple sus pactos, lo que hace que sus antiguos aliados se rebelen contra
ella; Scipión somete a los rebeldes e impone una paz muy dura que marca el
comienzo del proceso romanizador.
Roma termina dominando casi toda la península
(excepto la zona cántabra y vasca) en el año 19 a .C. Los romanos impusieron en Hispania -nombre de la provincia romana que abarcaba toda la Península Ibérica- su
organización, lengua, leyes y forma de gobierno. Asimismo, bajo el dominio de
Roma se construyeron numerosos edificios y obras públicas que aún se conservan. La dominación romana duró hasta el siglo V, finalizando con
la invasión del Imperio Romano de Occidente por los bárbaros, en el año 476.
Esta fecha marca también el final de la Edad Antigua.
No se han encontrado restos
romanos en el entorno de El Boalo, aunque se sabe que la Sierra del Guadarrama estaba
cruzada por la cercana calzada romana que el
itinerario Antonino marca de Titulcia a Segovia, y en cuyo recorrido por la Sierra se dice había una
mansión romana en Miacum (Collado Mediano).
No obstante, cabe recordar
que por el límite del término de El Boalo pasa la Cañada Real Segoviana, con un
descansadero a orillas del río Samburiel; es sabido que las cañadas solían
trazarse siguiendo antiguos caminos romanos, por ello cabe suponer que próximo
a las vegas del río Samburiel discurría un camino romano que unía el puerto de Somosierra,
pasando por Buitrago de Lozoya, Bustarviejo, Miraflores de la Sierra y Manzanares El Real,
con la calzada romana antes citada. El posible itinerario de dicho camino por
la zona de las vegas del río Samburiel nos lo puede recordar el trazado de la
actual carretera M-608, en su tramo de Manzanares El Real a Cerceda.
Calzada romana (restaurada) Titulcia-Segovia, a su paso por Galapagar |
EL BOALO EN LA ALTA EDAD MEDIA
En el año 409, suevos, alanos y vándalos
invadieron la Península Ibérica. Pocos años después, en el 416, los visigodos
entraron en Hispania
como aliados de Roma, expulsando a alanos y vándalos de la península y
arrinconando a los suevos en la Gallaecia.
La primera idea de Hispania/España
como país se materializa con la monarquía visigoda. Los visigodos aspiraban a
la unidad territorial de toda Hispania y la consiguieron con las sucesivas
derrotas a los suevos,
vascones
y bizantinos. Estos últimos dominaron el sur
peninsular desde la segunda mitad del siglo VI situando su capital en Carthago Spartaria, actual Cartagena. La invasión visigoda de la ciudad
llevada a cabo por Suintila en la primera mitad del siglo VII, año 625, puso fin a esta etapa.
La unidad religiosa
vendría con la reconciliación de católicos y arrianos y con los concilios de la Iglesia Visigoda, un órgano en
el que, reunidos en asamblea, el rey y los obispos de todas las diócesis del
reino sometían a consideración asuntos de naturaleza tanto política como
religiosa, con vocación de legislar en todo el territorio nacional. La
monarquía visigoda estableció además una capital que centralizaba tanto el
poder político como el religioso en Toletum.
Sin embargo, el carácter electivo de la monarquía visigótica determinó casi
siempre una enorme inestabilidad política caracterizada por continuas
rebeliones y asesinatos.
Un cementerio visigodo en El Boalo
Allá por los años sesenta del
siglo pasado, un vecino del pueblo, Victorio Rozalen, y un trabajador
portugués, Felipe Sabaria, estaban efectuando tareas de repoblación de pinos en
un lugar conocido como cerro de El
Rebollar, en las proximidades de la confluencia del arroyo del Herrero con
el río Samburiel (este lugar se encuentra en las inmediaciones del cruce de la
carretera M-608, Torrelaguna-El Escorial, con la M-617 , que lleva en dirección
a El Boalo y Mataelpino)
En esa faena estaban, cuando
descubrieron una extensa necrópolis y varias tumbas dispersas unas de otras. Sobre
el terreno había grandes losas que al ser levantadas dejaban al descubierto restos
óseos, esqueletos humanos y, en algunos casos, también se encontraban ánforas
de barro y monedas de cobre.
Las personas que hicieron los hallazgos lo
notificaron y a partir de ahí, vinieron “arqueólogos” de diversos puntos: unos
se llevaban los restos para hacer estudios, otros, al decir de las gentes, simplemente
se los llevaban. Nadie volvió ni notificó nada, nadie dio información de los
estudios realizados. Hoy
casi se dan por desaparecidos tales hallazgos. Hay quien dice que se encuentran
en algún museo arqueológico o etnológico de Madrid, otros que alguien los
depositó en una Universidad.
Modelo de tumba antropomórfica. El Boalo |
Estado actual de la necrópolis visigoda. El Boalo |
De los primeros datos obtenidos se
puede afirmar que había tumbas cuyas dimensiones estaban entre 2,25 x 0,75m. y 1,80 x 1,00m.,y otras
más pequeñas, de 1,70 x 0,60m, que podrían ser de tumbas de niños.
Hueco excavado de una tumba |
En 1.999 se realizaron
en la zona unas excavaciones previas a la construcción de la colonia de chalets
del mismo nombre que allí se edificó. Se pudo determinar que la necrópolis
estaba constituida por unas 100 tumbas, muchas de ellas simples huecos en la
tierra rodeados de lajas de piedra, pertenecientes a gente pobre, y otras
excavadas en la roca, antropomórficas, de algunas familias ricas, cubiertas con
grandes lajas.
Lajas de piedra que cubrían las tumbas |
Estas tumbas datan del
siglo VI o VII y ponen de manifiesto la existencia de un asentamiento de época
visigoda en El Boalo.
Cerramiento construido para protección de la necrópolis |
Tumba antropomórfica excavada en la roca |
El asentamiento
visigodo de El Boalo, salvo que hubiera surgido por generación espontánea,
viene a abonar la idea de que desde tiempos del Calcolítico ha existido en la
zona un asentamiento humano, estable y continuado, con poco número de pobladores, dedicados a faenas agrícola-pastoriles, que sobrevivían explotando los recursos del área de confluencia del arroyo Herrero con el río
Samburiel, así como las vegas, prados y montes que
contornan dicho lugar.
La época musulmana
El año 711, tras la victoria de
los árabes frente a los godos en la batalla de Guadalete, se inició la Invasión musulmana
de la Península Ibérica. El avance musulmán fue veloz. En el 712 cayó Toledo,
la primera capital visigoda. Desde entonces, fueron avanzando hacia el norte,
y todas las ciudades fueron capitulando o conquistadas. En el 716 controlaban toda la
península, aunque en el norte ese dominio era más nominal que militar.
En el año 775 el emir Abd al-Rahman I se independiza del poder
de Damasco, convirtiendo la península en
un emirato independiente o provincia del imperio árabe,
denominada Al-Andalus, con capital en la ciudad de Córdoba. Más adelante, en el
929, con Abd al-Rahman III, pasó a ser el califato de Córdoba (reino). En este momento las
fronteras con tierras cristianas por el centro y el oeste estaban prácticamente
delimitadas por la larga cordillera del Sistema Central, llamada por los
musulmanes Al-Sarrat, según el nombre
latino arabizado. Durante los siguientes tres siglos esta fue la frontera
natural entre la
Cristiandad y la Hispania Musulmana.
De hecho estas zonas se mantenían casi permanentemente en estado de alerta ante
la proximidad de los ejércitos cristianos, o más tempranamente por
levantamientos de grupos pastoriles que habitaban las montañas y que vivieron
durante muchos años bajo duras condiciones de miseria y hambre impuestas por la
clase dominante de origen sirio o yemení. Lo que si ocurría cada verano era la
organización de aceifas u operaciones de castigo que con la llegada del buen
tiempo cruzaban al-Sarrat en
correría. Sin embargo, en la vertiente norte, entre el Duero y el Sistema
Central, su dominio nunca fue efectivo y por ello los geógrafos musulmanes no mencionan
nunca kuras o provincias musulmanas al norte del Guadarrama (nombre de origen
árabe según algunos arabistas: Wadi-r-Ramal
o
Guad-a-rambla, que significa “río de arena”)
Para defender sus fronteras los
árabes establecieron Marcas. La vertiente sur del Sistema Central pertenecía a la Marca Media , con capital en
Toledo. Existía un sistema de fortificaciones estratégicamente bien situadas
para defenderse de las incursiones cristianas. Así, cerca del paso de
Somosierra se encontraba la amurallada población de Buitrago de Lozoya. Para
proteger el curso del río Jarama estaban las murallas de Talamanca, y algo más
al norte la atalaya de Torrelaguna. En la orilla izquierda del río Manzanares
se levantaba la fortaleza de Madrid. Finalmente, el valle del río Guadarrama
estaba vigilado por el castillo de Calatalifa (actual Villaviciosa de Odón)
Y en el curso de sus incursiones bélicas a la mitad norte
peninsular los árabes tuvieron que cruzar la sierra de Guadarrama repetidas
veces, frecuentemente por el paso de Balat
Humayt, cerca del
actual puerto de Guadarrama, llamado años más tarde puerto de Balathome o
Valatome, y también por el paso de Somosierra, en árabe: Fayy al-Sarrat, aunque
probablemente conocerían también otros pasos de la Sierra (Fuenfría, Arcones,
Galve, etc.)
Los invasores árabes no fueron muy numerosos, por ello
ocuparon los centros de poder permitiendo que la población visigoda se mantuviera
en el territorio. De hecho, la población quedó estructurada como sigue: 1) Los árabes, pocos, ocupan los altos
cargos y los mejores terrenos. 2) Los bereberes: son más y
ocupan puestos intermedios. 3) los hispanos se reparten en tres grupos: los muladies, hispanos convertidos al Islam;
los mozarabes, hispanos que mantienen
su cristianismo; y los judios, que
viven en las ciudades y se dedican al comercio. En este contexto, la Sierra de Guadarrama
continuó siendo una zona poco poblada, explotada básicamente por pastores.
En El Boalo no hay vestigios claros de la presencia árabe.
No obstante, sí los hay en poblaciones próximas como Collado Villalba, donde se
han encontrado bóvedas de ladrillo relacionadas con algunas fuentes. En este
sentido, también en El Boalo se encontraron hace años estructuras de bóvedas de ladrillos, relacionadas con hornos o conducciones de agua, en el prado de “Las Ánimas”,
cuando se hacían los cimientos de algunas casas (así lo recuerda Eusebio
González de Lema, que vio tales estructuras en los solares donde hoy se ubican las
casas de sus hermanos Fernando y “Cano”).
En todo caso, los pobladores del asentamiento visigodo de El Boalo debieron continuar viviendo en la zona tras la invasión árabe. No hay razón alguna para suponer su extinción total, si bien, la población situada al sur dela
Sierra pudo haberse visto reducida aun más como consecuencia de que la Marca Media, a la que pertenecía, fue durante siglos la frontera entre los reinos cristianos y Al-Andalus y tuvo que soportar, por ello, las correrías de todos. Así, se puede aventurar que, hacia el año 1.000, en
la zona de El Boalo continuaba existiendo un pequeño asentamiento de población, que sobrevivía
con su ganado explotando las vegas del río Samburiel y los montes y prados
cercanos.
En todo caso, los pobladores del asentamiento visigodo de El Boalo debieron continuar viviendo en la zona tras la invasión árabe. No hay razón alguna para suponer su extinción total, si bien, la población situada al sur de
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