lunes, 25 de junio de 2012

El tren de la piedra


Locomotora del ferrocarril Villalba-El Berrocal


El BOALO EN EL RECUERDO: El  tren de la piedra.
 



Hace ahora algo más de 50 años que dejó de funcionar el ferrocarril que unía la estación de Villalba con El Berrocal, cargadero este último situado al lado de donde actualmente se encuentra ubicado el Supermercado Gigante, en el cruce de la carretera de Cerceda-Navacerrada con la que va a Moralzarzal, cerca de El Boalo. Por esta vía férrea se transportó durante casi 75 años la piedra que se explotaba en las canteras de esta zona de la vertiente sur de la Sierra. En el cargadero de El Berrocal se recogía la producción de piedra de Moralzarzal, Becerril, Cerceda y El Boalo, cuyo destino final eran las obras de la capital. Antes de existir este ferrocarril el transporte de la piedra de El Boalo se realizaba con carretas tiradas por bueyes que bajaban a Madrid, pasando por Colmenar Viejo. Viaje que no estaba exento de peligros, sobre todo al regreso cuando se había cobrado el mandado, debido a los bandidos que se ocultaban en las cercanías del castillo de Viñuelas. 

Ruinas del edificio del cargadero de El Berrocal

El ferrocarril Villalba-El Berrocal fue fruto de una concesión que pretendía llevar la línea férrea a Segovia, construyendo un túnel para atravesar la Sierra del Guadarrama por Navacerrada logrando, así, un acceso más directo que el que se estaba construyendo bajo el Alto del León. Este proyecto no prosperó y la concesionaria, la poderosa Compañía del Norte, lo retomó y transformó años después en otro mucho más modesto, con el fin de proveerse de piedra en las canteras de los pueblos serranos de Moralzarzal, Becerril, El Boalo y Cerceda, para el balasto de sus vías en construcción. Con esta idea, en 1883 la Compañía del Norte inauguró los 11 kilómetros de una vía de ferrocarril que unía su estación de Villalba de Guadarrama con un cargadero de piedra situado en la zona de El Berrocal. Este ferrocarril se construyó con un ancho de vía extrañísimo, inhabitual, de 80 centímetros. En sus primeros tiempos transportó balasto para las vías férreas y adoquinado para las calles de Madrid. Más adelante se cargaría también sillería en el precario muelle de El Berrocal, donde llegaban las carretas para descargar la piedra de los alrededores. 


En El Boalo fue famosa la yunta de bueyes del "tío" Hilario de Lema, que dedicaba su carreta al acarreo de piedra desde las canteras de la zona al embarcadero de El Berrocal. Después manejaron carreta de bueyes el "tío" Víctor, hijo del anterior, y el "tío" Agustín. Y más modernamente, siguieron la tradición los hijos del "tío" Agustín, Ciriaco y Catalino, con la pareja de bueyes "Piñano" y "Carbonero". El peso de la piedra obligaba a reforzar la yunta de bueyes en las cuestas y en las bajadas pronunciadas, enganchando con una cadena, "en cuartana", otra yunta de vacas. El enganche se hacía por delante de los bueyes en las subidas, para tirar, o por detrás de la carreta en las bajadas, para retener.


Durante años, uno o dos trenes diarios con su locomotora subían y bajaban todos los días haciendo el recorrido de la línea Villalva-El Berrocal, acarreando vagones-plataforma cargados de piedras. Después de la Guerra Civil RENFE, heredera de las vías del Norte, recibió este ferrocarril en 1941 y mantuvo la misma explotación que su antecesora.


Locomotora y vagones-plataforma cargados de piedra

El trazado partía de la estación de Villalba -línea de Norte- donde se ubicaban las cocheras de las locomotoras y una playa de carga y descarga, siendo los principales puntos de la línea:


Pk
Lugar de referencia
0
Estación de Villalba – enlace con Norte
0,5338
Villalba puente metálico sobre el río Guadarrama
0,7848
1er paso a nivel- Carretera de Villalba a La Granja
1,1260
2º paso a nivel- Carretera Nacional VI- Madrid a La Coruña
1,6455
3er paso a nivel-Carretera N-601-Villalba a La Granja
2,2691
Arroyo de la Fuente de La Culebra
2,5462
Arroyo de la Fuente del Barranco
2,9423
4º paso a nivel- de la Cañada
3,3085
Arroyo de la Cañada
4,3950
5º paso a nivel
4,5317
6º paso a nivel –carretera M-608-Alpedrete a Manzanares
4,8403
Arroyo de Las Arenas
6,6370
7º paso a nivel – Camino de Moralzarzal
7,3341
Arroyo de la Villa de Fuentidueña
7,5760
Arroyo del Piojo
7,7610
8º paso a nivel – carretera M-608 carretera de Manzanares (*)
10,7670
Cauce del Río Cerrado
10,9090
El Berrocal –pueblo-
10,9420
9º paso a nivel – sobre la M-615 – carretera de Moralzarzal con Matalpino y camino de las canteras
11,0510
Playa de carga del final de la línea

(*) En este punto existió un apartadero y muelle de carga con caseta solicitado por la empresa “Pavimentos Asfálticos S.A.”, el apartadero contaba con 93 ml entre agujas.


Curiosamente señalaremos que el tren paraba antes de los pasos a nivel y el jefe de tren se apeaba y cerraba barreras; tras pasar el tren, éste paraba y el jefe de tren tras abrirlas de nuevo, se incorporaba al convoy.

La línea tenía un desnivel de 113,215 m. y ubicaban las playas de carga y cocheras con una placa de inversión. Se utilizaba como edificio terminal el de la estación de Villalba, y en El Berrocal existían dos apartaderos con un total de cuatro vías derivadas de la línea principal, una bascula de pesado y un edificio estación de planta baja y primera planta.


Antiguo puente de la vía del ferrocarril

En cuanto a la explotación comercial, iniciada el 1 de junio de 1883, se efectuaba mediante cuatro circulaciones diarias, con salidas de Villalba a las 8 y 13 horas y del Berrocal a las 11 y 15 horas. Siendo el tiempo de circulación de 50 minutos, con dos paradas de 5 minutos. Las circulaciones estaban numeradas con impares las ascendentes (tren nº 1921 y nº 1923) y con pares las descendentes (tren nº 1922 y nº 1924). Nunca se dio servicio de viajeros.

Evidentemente a lo largo de la dilatada vida de este ferrocarril se modificaron los servicios, decayendo en 1927. La pérdida de la importancia de la piedra, al llegar a las carreteras el asfalto y los nuevos materiales de construcción a los edificios, marcó la decadencia de su comercio, de modo que en 1954 se realizaban únicamente tres circulaciones semanales, situación deficitaria que alcanzó su final al ser suspendido el servicio por acuerdo del Consejo de Ministros de 6 de julio de 1956, publicado en el BOE de 22 del mismo mes y año, después de 73 años de funcionamiento, de los cuales 59 años y siete meses bajo la explotación de Norte y 15 años y cinco meses bajo la de RENFE, contando los años transcurridos desde la inauguración oficial hasta su clausura.

El mismo decreto de 6 de julio de 1956 autorizaba el levante de la línea; levante que fue solicitado por el Ayuntamiento de Collado-Villalba. Por ello, las vías se perdieron y cuesta hoy reconocer su trazado entre los prados y urbanizaciones.


Para cerrar nuestra historia del tren de la piedra hay un epílogo que debemos contar. En 1956 los canteros de El Boalo se hicieron con la contrata de las columnas de la Catedral de la Almudena, que se estaba construyendo en Madrid.


De estos trabajos de cantería da cuenta el escritor y periodista Antonio Díaz Cañabate en un artículo publicado en el diario ABC de aquel año; éste escribía: Hace tiempo regresábamos a Madrid por la carretera que une Manzanares el Real con Villalba, cuando, ya el crepúsculo en el cielo, al pasar a la altura de El Boalo, pueblecito perdido en las estribaciones de la Pedriza, distinguimos a lo lejos un amontonamiento de columnas que nos llamó la atención. Al principio presumíamos se trataba de unas ruinas por nosotros desconocidas, pero nos extrañaba la blancura de su superficie y la, en apariencia, reciente de su labra. resolvimos detenernos y allá fuimos llevados por la curiosidad. En efecto, se trataba de unas enormes columnas aún no terminadas de labrar totalmente. ¿Cuál sería su destino? Y a esta pregunta respondió un cantero que surgió como por ensalmo. Para la Catedral de la Almudena. "Verán ustedes -explicó- parece ser que ningún cantero de la sierra ni de Segovia se comprometía a extraer, labrar y transportar bloques de este tamaño. El dueño de estas canteras se echó "p'alante" y asesorado y auxiliado por los arquitectos contratistas de la Almudena accedió a iniciar los trabajos. Lo que hemos pasado hasta ahora no lo sabe nadie, pero ¡vaya!, ahí están las columnas". Corrieron los meses y una tarde iba yo por la calle de Bailén cuando frente a las obras de la Catedral de la Almudena me encontré muy puestas en el suelo a las columnas de El Boalo...


Y fue el caso que, para entonces, el tren de la piedra ya no funcionaba. Por consiguiente, hubo que transportar las columnas por carretera en unas plataformas especiales sobre camiones de doce ruedas, que casi no cabían por las carreteras de la zona, estrechas y preparadas sólo para el trafico de vehículos ligeros. Así, se hizo posible que las columnas de El Boalo llegaran a Madrid para sostener la fábrica de la Catedral de la Almudena.

miércoles, 20 de junio de 2012

El Boalo: un pueblo serrano de la Comunidad de Madrid


El pueblo de El Boalo



El Boalo es un pueblo perteneciente a la Comunidad Autónoma de Madrid (España). Partido judicial de Colmenar Viejo. Está situado al noroeste de la capital, en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Junto con otros dos pueblos vecinos, Cerceda y Mataelpino, integra el Municipio de su mismo nombre aunque, desde hace algún tiempo, en su documentación oficial, página web y mensajes públicos, el ayuntamiento viene sustituyendo el nombre oficial por el de Ayuntamiento de El Boalo-Cerceda-Mataelpino. Este nombre se ha extendido a otras instancias, caso de algunas promociones turísticas realizadas por la Comunidad de Madrid. La sede principal del consistorio se encuentra en el núcleo de El Boalo.

En febrero de 2011 el pueblo de El Boalo contaba con 2.230 habitantes empadronados. No obstante, la población flotante es mayor, debido a los numerosos residentes, muchos de ellos jubilados, que habitan las segundas viviendas que existen en las urbanizaciones del pueblo. En todo caso, la población se ha triplicado en los últimos años, al compás del crecimiento inmobiliario que ha tenido lugar en los pueblos de la vertiente meridional de la Sierra de Guadarrama, que han acogido de forma permanente numerosas familias procedentes del área metropolitana de Madrid.

 [El Boalo está situado a 52 Km. de Madrid. Desde la capital es posible acceder a él por la M-607, que llega hasta Colmenar Viejo mediante autovía y sigue hasta Cerceda a través de una carretera de una única calzada. Desde aquí, en la rotonda, se toma la M-608 y en un par de kilómetros se llega al cruce que enlaza, a la izquierda, con la M-617, en dirección a El Boalo y Mataelpino. Otra opción es tomar la M-609, que arranca en la M-607, a la altura de Colmenar Viejo, pasados 5 Km se toma la desviación a la izquierda que indica el camino hacia Manzanares el Real por la M-862, posteriormente se toma la M-608 hasta alcanzar, pasado Manzanares, el cruce con la M-617 antes citado, carretera que yendo en este sentido se toma a la derecha. El Boalo también se encuentra comunicado con Madrid por la Autovía del Noroeste (A-6, Madrid-La Coruña). En la salida de Collado Villalba, puede tomarse la M-608 en dirección a Manzanares el Real para, pasado Cerceda, alcanzar el cruce con la M-616, donde se procede a girar a la izquierda para llegar a El Boalo.




El pueblo cuenta con líneas regulares de autobuses que le comunican con Madrid (intercambiadores de Plaza de Castilla y Moncloa) y con algunos pueblos vecinos. El autobús de la línea 672 sale desde Moncloa y el de la línea 724 desde la Plaza de Castilla.

La economía de El Boalo se sustenta en la construcción y en el sector servicios, en concreto la hostelería, aunque el final de la burbuja inmobiliaria ha hecho disminuir notablemente la primera, de la que dependía aproximadamente el 40% de la renta del pueblo. El sector agrícola y ganadero, tradicional de estas tierras de explotaciones de ganado y pasto, sigue estando presente, a pesar de su progresiva disminución en las últimas décadas.

La población celebra su fiesta patronal el día 20 de enero, en honor de San Sebastián. El 15 de mayo tiene lugar la romería de San Isidro; la celebración se desarrolla en el entorno de la Ermita que se alza en la ladera de la Sierra de los Porrones, frente al arroyo de El Molinillo. Asimismo, en el mes de julio El Boalo celebra, desde la década de los sesenta, sus fiestas de verano, en las que participan vecinos y veraneantes.

martes, 19 de junio de 2012

El origen del nombre de El Boalo






El Bóbalo versus El Boalo: 

contral bovalo tirando...(Marqués de Santillana 1398-1458)


El nombre actual de El Boalo deriva de otro más antiguo transformado por un fenómeno lingüístico muy conocido en la lengua castellana. En efecto, el primitivo nombre de la aldea originaria fue El Bóbalo (o El Bovalo, ya que la ortografía medieval no distingue los resultados de “b” y “v” en posición intervocálica, por lo que ambas se suelen escribir como “v” en la Edad Media -tampoco preocupaban las tildes-). Esta designación literal del pueblo aparece en mapas y documentos hasta bien entrado el siglo XVIII. Con ese nombre lo cita también, en el siglo XV, el Marqués de Santillana en su Serranilla IV “Menga de Mançanares”. El paso de bobalo a boalo es el resultado de un fenómeno lingüístico conocido en la lengua castellana: la falta de pronunciación del sonido de la “b” o “v” intervocálica en la lengua hablada vulgar. Esta falta de pronunciación, practicada popularmente de forma continuada en el tiempo, acaba por modificar la expresión escrita culta, ya que la escritura termina por recoger ese fenómeno mediante la perdida gráfica de la consonante que no se pronuncia al hablar: de modo que, en el presente caso, El Bóbalo acabó siendo El Boalo. Este fenómeno lingüístico es muy antiguo en la lengua castellana y tiene muchos ejemplos. Como más próximos, cabe citar: bobadilla-boadilla, bovalar-boalar, etc.


Etimológicamente, Bovalo, Bóbalo o Boalo viene de bovada (del latín bos bovis: buey, y bovata: lugar donde pastan los bueyes). Aunque su origen más próximo pudiera estar en el vocablo antiguo castellano aragonés bovaral, muy extendido en Aragón, Cataluña y Valencia (boalar es un topónimo frecuente en aquellas tierras). Esta palabra hace referencia al entorno, al territorio. Bovalar, bovalo, boalar y dehesa, son términos equivalentes a ‘monte ahuecado’. Se trata de espacios forestales caracterizados por su multifuncionalidad. Son tierras agrosilvopastoriles, es decir, en las que se puede introducir cultivos (agro), actividades forestales como obtención de leña o madera (silvo) y servir sus pastos como alimento para el ganado (pastoriles). Se les llama ‘monte ahuecado’ porque los seres humanos han talado un porcentaje de los árboles del bosque original para rebajar la densidad de pies arbóreos, con lo que el tránsito por el interior del monte es relativamente asequible. Los boalares -dehesas boyales- suelen tener menor dimensión que las dehesas comunes y se dedican preferentemente al ganado mayor (vacas) y al ganado de labor (bueyes, caballos, mulos…). Por consiguiente, el nombre de El Bovalo, El Bóbalo o El Boalo respondería al tipo de entorno o espacio primitivo de la zona, como monte abierto y lugar de pasto de ganado vacuno.


Sin embargo, otros investigadores sostienen que, en sentido figurado, bovada alude a aqua bovata que se traduce por “agua estancada”, equivalente al latino buda: “terreno pantanoso” o zona húmeda en la que existen pequeñas lagunas o charcas. De hecho, en Castilla y León hay algunos pueblos que comparten el nombre de Boada y en su entorno presentan humedales de ese tipo. En este sentido, a la entrada de El Boalo, en los terrenos en que ahora se levanta la urbanización La Dehesa, hubo una gran charca, hoy desecada. Incluso en el pueblo existe la calle Charcón. Y los catastros y diccionarios nos cuentan que las fiebres eran enfermedad común en la zona: “tercianas que regularmente salen a mediados de agosto, y las más se terminan en cuartanas y ésta reina todo el invierno”. En alusión al paludismo endémico, propio de zonas con aguas encharcadas donde el mosquito transmisor se reproduce con toda facilidad. ¿Podría referirse entonces el término bovalo a un lugar de aguas estancadas, con pequeñas charcas? En todo caso, esta segunda hipótesis si no es acertada está bien traída.


La primera cita documental de El Boalo que se conoce data del siglo XV. Aparece en un poema escrito por don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (1398-1458). Se sabe que don Iñigo compuso en sus años de juventud, entre 1423 y 1440,  sus diez conocidas Serranillas; que tienen como tema central el encuentro de un caballero con una pastora en medio de la montaña. Este encuentro es seguido por un requiebro de amores, que puede terminar en el rechazo por parte la pastora alegando desigualdad social, en la aceptación, o en una suspensión admirativa.


Don Iñigo era hijo del Almirante de Castilla Diego Hurtado de Mendoza. Fue gran poeta, literato y humanista y uno de los personajes más grandes de la corte de Juan II. Su abuelo Pedro González de Mendoza había sido nombrado por el rey Juan I de Castilla señor de la mitad del Real de Manzanares, en 1383. Don Pedro hizo mayorazgo del Señorío en 1384 y se lo dio a su hijo Diego, confirmando el rey Juan I de Castilla ese mayorazgo en 1385. Don Iñigo lo hereda de su padre. Posteriormente, Juan II da plena posesión del Real de Manzanares (al que pertenecía El Boalo) a don Iñigo López de Mendoza y le concede el título de Marqués de Santillana. El castillo nuevo de Manzanares el Real (del viejo sólo quedan restos y fue obra de don Diego Hurtado de Mendoza) se construyó por encargo de don Iñigo, aunque las obras no finalizaron en vida de éste, pues se prolongaron bastante, concluyéndolas su primogénito.




                                                                                                                                                                                                   


La cita de El Boalo a la que nos hemos referido antes figura en la segunda estrofa de la Serranilla IV, obra de poesía lírica menor compuesta por el Marqués de Santillana:


Serranilla IV
I

Por todos estos pinares
nin en el Val de la Gamella,
non ví serrana más bella
que Menga de Mançanares.
II
Desçendiendol yelmo á yusso,
contral bovalo tirando
en esse valle de susso,
ví serrana estar cantando:
saluéla, segunt es uso,
é dixe: "Serrana, estando
oyendo, yo non m'excuso
de façer lo que mandáres."
III
…..................................

Hoy todo el mundo está de acuerdo en que el “bovalo” que aparece en el texto es El Boalo. Y que el “yelmo” es la peña del Yelmo de la Pedriza del Manzanares. Pero hubo un tiempo que no fue así ya que, como en la Edad Media se ignoraba el uso de las mayúsculas y de las tildes, para los estudiosos es imposible, a veces, dilucidar el significado de muchas palabras que aparecen en las trovas medievales. Este es caso de la estrofa que no ocupa, donde yelmo y bovalo escritos con minúscula o mayúscula tienen significados diferentes. En el primer caso se entenderían referidos a nombres comunes: yelmo de una armadura y dehesa boyal; mientras que el segundo estarían referidos a nombres propios: Yelmo y Bovalo. El historiador Amador de los Ríos (1818-1878) no acertó a ver esa diferencia, de modo que interpretaba la estrofa del Marques de Santillana así: “Bajándome la visera del yelmo/ mientras me dirigía al bovalo/ en ese valle de arriba/ vi una serrana cantando….”. A comienzos el siglo XX los “guadarramistas” redescubren la Sierra y sus rincones. Bernaldo de Quiros recorre la Pedriza del Manzanares e identifica que Yelmo es el nombre primitivo de la peña del Diezmo, la cúspide más señera de la Pedriza. Con los nuevos datos se revisa la Serranilla IV  del Marqués de Santillana, ahora apoyados en la toponimia. Así, en 1915 Bernaldo de Quirós expone su tesis: “La serranilla nos conserva una antigua instantánea simplísima. El buen don Iñigo descendía del Yelmo, por el hueco de las Hoces, y, cruzando el río, dejando el puerto de Quebrantaherraduras a la izquierda, marchaba hacia El Boalo”. Esta interpretación es la que hoy prevalece, con lo que la estrofa del Marqués se leería así: 


Descendiendol Yelmo á yusso/ contral Bovalo tirando/ en esse valle de susso/ vi serrana cantando.


El viejo camino, casi olvidado, que conduce de El Boalo al interior de la Pedriza, atravesando la Sierra de los Porrones por el collado del Terrizo, a poniente del Quebrantaherraduras avala la tesis de Quirós. Precisamente, el Terrizo, hermoso mirador de la Pedriza,  sería el lugar donde, cabe suponer, el marqués se prendó de la vaquera, Menga de Manzanares.


En el siglo XVIII el nombre del pueblo lo encontramos escrito indistintamente como El Bóbalo y El Boalo. Así, en el índice de un mapa de aprovechamientos de la cuenca del río Manzanares, de 1724, figuran las citas “VIII: Presa y Cacera de Vecinos de Becerril y el Bobalo” y “XIX: Lugar del Bobalo”. En 1766 aparece como El Boalo en el mapa de Thomás López, dedicado a la provincia de Guadalajara (en esa época pertenecía a ella el Partido de Colmenar Viejo). En el Prontuario o Nomenclator de los pueblos del Reyno (España dividida en Provincias e Intendencias…), formado por mandato del Conde de Floridablanca y publicado en 1789, figura como Bóbalo (el).


Finalmente, en el siglo XIX el nombre de El Boalo se consolida, y así lo recoge la nueva división territorial por provincias organizada por Javier de Burgos (1833), pasando a pertenecer El Boalo desde entonces a la provincia de Madrid. El diccionario Madoz (1846-1850) corrobora dicha consolidación.

EL BOALO Y SU HISTORIA: los primeros pobladores


Recreación del poblado prehistórico de las vegas del Samburiel

Aproximación a la historia del pueblo de El Boalo: Los primeros pobladores


Al alba de la humanidad le llamamos Prehistoria. Se extiende desde la aparición del hombre primitivo hasta la presencia de los primeros documentos escritos. Comprende la Edad de Piedra (Paleolítico y Neolítico) y la Edad de los Metales (Cobre, Bronce y Hierro).

Los indicios de la presencia de seres humanos en el entorno de El Boalo se remontan a los tiempos de transición entre el Neolítico y la Edad del Bronce, hace tres o cuatro mil años. Dicha etapa se denomina Calcolítico. Recientemente se ha descubierto un túmulo en las vegas del río Samburiel, que viene a arrojar nueva luz a las investigaciones sobre enterramientos tumulares en la Comunidad de Madrid. Además, junto al Túmulo de las Vegas de Samburiel también se ha descubierto un área de poblado asociado al túmulo de enterramiento.


Túmulo de las vegas del río Samburiel

El hallazgo ha sido posible gracias a la intensa labor de prospección que viene realizando el arqueólogo Jesús Jiménez Guijarro en aquellas zonas susceptibles de contener registros arqueológicos neolíticos, dentro del proyecto de investigación sobre megalitismo y poblamiento neolítico en la Comunidad de Madrid. El enterramiento de la vega del río Samburiel se ha relacionado con otros restos funerarios encontrados en noroeste de Madrid, como el dolmen de Entretérminos (situado entre Alpedrete y Collado Mediano), referencia megalítica casi olvidada.

Unos seis mil años atrás, los cazadores y recolectores paleolíticos de la presierra madrileña fueron sustituidos por los agricultores y pastores del Neolítico. En realidad, puede decirse que el ejercicio de la agricultura y de la ganadería marca la divisoria entre ambos periodos. El invento de los cultivos y la domesticación de los animales dieron pie a una de las transformaciones más acusadas que haya experimentado la vida de la humanidad, hasta tal punto que se ha hablado de la revolución neolítica. Las tribus se sedentizaron y agruparon. La relación del hombre con la tierra se hizo cada vez más estrecha y firme; los clanes buscaron zonas llanas que cultivar y la proximidad de los ríos y las fuentes, donde instalar sus poblados de chozas de paja.

Además, los nuevos grupos humanos comienzan a realizar prácticas funerarias propias, de modo que su existencia puede llegar a ser descubierta gracias a enterramientos tales como el localizado en las vegas del Samburiel. Este yacimiento arqueológico y la zona de poblado a él asociada nos señalan la ubicación en el entorno de El Boalo de uno de los lugares escogidos por aquellos primeros agricultores y pastores para asentarse.


Vista aérea del túmulo de las vegas del Samburiel

Podemos imaginar la forma de vida de aquellos boaleños ancestrales, preferentemente pastoril, de agricultores y ganaderos que cultivan el cereal y alguna leguminosa en la vega del río Samburiel y cuidan, auxiliados por su fiel compañero el perro, de pequeños rebaños de ovejas y cabras, junto algunos  cerdos y bóvidos; ganado que se alimenta de restos de los cultivos, de rastrojos o de los pastos que crecen en la zona. El ganado vacuno, la oveja, la cabra y el cerdo, fueron los primeros animales domesticados para la ganadería. Parece que el primer animal doméstico fue el perro, que acompañaría al hombre ya en las cacerías, anteriores a la ganadería. La ganadería debió surgir de la cría de animales jóvenes capturados como reserva para alimentarse en las épocas desfavorables de caza.

En poblados como el del río Samburiel el trabajo era colectivo, de carácter doméstico en torno a una comunidad basada en el clan familiar, compuesto por no más de una docena de individuos. Los instrumentos  para trabajar el campo, de madera, hueso y piedra, eran muy rudimentarios: palos, bastones, azadas y hoces. Aunque ya conocían la metalurgia del cobre las hoces más primitivas estaban hechas de madera, con piedras cortantes de sílex incrustadas. Para triturar los granos utilizaban machacadores compuestos por dos piedras: una muela de base fija y una pieza móvil o volandera. Todos los habitantes del poblado participaban en la preparación de los campos de cultivo, en la siembra y en la recogida de la cosecha. En los meses que transcurrían entre una cosecha y otra se alimentaban de lo que habían almacenado de la anterior. La necesidad de almacenar los excedentes alimentarios estimuló el desarrolló de la cerámica. Asimismo, la invención del telar procuró tejidos y vestidos. Más adelante se produjo una especialización del trabajo: unas personas cultivaban los campos, otras cuidaban el ganado y las demás fabricaban tejidos, cerámicas, cestas o armas. El jefe de la aldea dirigía el poblado y negociaba con los jefes de las aldeas vecinas.

El poblado estaría formado por unas pocas cabañas, que darían cobijo a la probable docena de habitantes y servirían, también, para almacenar su comida y pertenencias. Las construcciones serían de planta circular al principio, porque la choza circular u oblonga, sea en domo, cónica o cilíndrica con cubierta cónica, sería la forma más primitiva, capaz de ser autorresistente, efímera y temporal o recuperable, transportable y más duradera, siendo propia de culturas de base cazadora-productora agraria y en poblamientos de baja densidad y tamaño, como el del río Samburiel. Y ello es así porque los problemas constructivos de la choza adintelada frente a la choza redonda dan ventaja a las estructuras circulares, en domo o tronco cónicas. En este sentido, está suficientemente probado el sentido de la transformación morfogenética de la casa redonda primitiva hacia la rectangular más evolucionada.


Así, gracias al descubrimiento arqueológico que hemos citado, podemos afirmar que en el entorno del río Samburiel se encuentra el arranque del proceso de humanización del territorio de El Boalo; con la instalación en sus vegas de los primeros habitantes sedentarios. En consecuencia, el alba de nuestra civilización local es, por consiguiente, milenaria. 


Muy modesta, sí, pero milenaria.









lunes, 18 de junio de 2012

San Sebastián



Imagen de San Sebastián. Iglesia de El Boalo


San Sebastián Mártir. Patrono del pueblo de El Boalo.



El nombre Sebastián proviene del griego "sebastos", honrado, respetable, significa: "Digno de respeto. Venerable". San Sebastián es un Santo bastante secundario en el Santoral católico actual. Su festividad se celebra el 20 de enero. Sin embargo, durante toda la Edad Media su devoción estuvo muy extendida y su patrocinio sobre la salud y contra toda enfermedad era muy reconocido.
Aunque la devoción al Santo mártir arranca de las primitivas comunidades cristianas, fue a lo largo de la Edad Media, y sobre todo en época de pestes y calamidades, cuando su invocación se generaliza.
El culto a San Sebastián como protector contra la peste data de muy antiguo. En el año 680, la ciudad de Roma, estaba infectada de este mal. Entonces erigieron un altar con la imagen del Santo en la basílica de San Pedro. La gente fue a invocarle y, según rezan las crónicas, la peste cesó al punto. El hecho se divulgó rápidamente y desde entonces es invocado en todas partes.


SAN SEBASTIÁN, SOLDADO Y MÁRTIR

San Sebastián nació en Narbona (Francia) en el año 256, pero se educó en Milán. Fue soldado del ejército romano y el emperador Diocleciano, quien desconocía que era cristiano, llegó a nombrarlo jefe de la primera cohorte de la guardia pretoriana imperial.
Durante los años que transcurrieron del 260 hasta rayar el siglo IV, la Iglesia completó la organización por todo el Imperio y afianzó su prestigio. Había muchos cristianos en todas partes: llegando a ser mayoría en algunas ciudades de Asia Menor. Los había entre los funcionarios públicos, entre los cargos palatinos y en la milicia. Fue preciso edificar nuevos templos espaciosos, pues los locales construidos en el decurso del siglo III no bastaban para atender a la multitud de fieles. Quedaba muy lejos el tiempo aquel en que los cristianos eran mal vistos y acusados de los peores crímenes.

Los cristianos podían pensar que había llegado el momento de su triunfo sin nuevas pruebas. Mas, contra todas las previsiones, se presentó una nueva persecución; la más cruel y duradera de todas.
Sucedía eso a fines del siglo III. El Imperio era gobernado por Diocleciano, hombre inteligente pero escéptico, en Oriente; Italia y todo el Occidente estaba en manos del emperador Maximiano, vanidoso e inculto. Fue éste el primero que emprendió la depuración de elementos cristianos en sus tropas. A los oficiales se les degradaba de momento; los veteranos eran echados ignominiosamente del Ejército. Han llegado hasta nosotros los nombres de varios mártires pertenecientes a la milicia: Maximiano en Tebaste, Víctor en Marsella, Marcelo en Tánger, el veterano Julio en Mesia, Emeterio y Celedonio en Calahorra.
El más ilustre de todos los soldados mártires fue, sin duda alguna, San Sebastián, en Roma. No poseemos ningún relato contemporáneo de su martirio. La "pasión" o relato del martirio fue escrita un par de siglos más tarde y, aunque verídica en lo sustancial, es dudosa en ciertos detalles y contraría en algunos hechos históricos conocidos. Mas, como se trata del único documento que relata el martirio del Santo, en él han debido de apoyarse los hagiógrafos posteriores.
San Sebastián cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Esta situación no podía durar mucho, y fue denunciado al emperador Maximino quien lo obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a Jesucristo. El santo escogió la milicia de Cristo; desairado el Emperador, lo amenazó de muerte, pero San Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la confirmación, se mantuvo firme en su fe. Enfurecido Maximino, lo condenó a morir asaeteado: los soldados del emperador lo llevaron al estadio del Palatino, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto. Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido. La "pasión" nos ha conservado el nombre de la santa matrona que lo escondió en su propia casa y le curó las heridas. Se llamaba Irene, y en los catálogos antiguos su nombre se encuentra entre los santos del día 22 de enero.
Pasado un tiempo, Sebastián quedó completamente restablecido. Sus íntimos le aconsejaban que se ausentara de Roma; mas él, que ya se había encariñado con la idea del martirio, en vez de esconderse se presentó un buen día ante el emperador y le pidió, con singular entereza, que dejara ya de perseguir a los cristianos. Maximiano, salido que hubo de su asombro, pues lo creía muerto, no se dejó ablandar, antes al contrario, enojado por todo aquello, le mandó azotar horriblemente hasta morir. Luego los soldados echaron el cuerpo en un albañal inmundo, la Cloaca Máxima. Una piadosa mujer, de nombre Lucina, recogió sus venerables restos y lo enterró en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre del soldado mártir. Murió en el año 288.

Esta catacumba se halla a poco más de dos kilómetros de las antiguas murallas que circundaban la urbe romana. Durante el siglo IV, cuando la Iglesia pudo desenvolverse con toda libertad, se erigió una pequeña iglesia subterránea en el lugar de la tumba. En la parte superior edificaron, por el mismo tiempo, otra basílica de mayores proporciones, dedicada a San Pedro y San Pablo, pues desde el siglo anterior se venía dando culto a los dos apóstoles en aquella catacumba. Esta basílica cambió de nombre en el siglo IX y lleva desde entonces el del mártir Sebastián. Para el visitante de hoy, la iglesia ofrece un aspecto moderno, pero debajo de las molduras y estucos barrocos está la estructura romana del siglo IV. La estatua de San Sebastián, que preside el altar, obra de Giorgetti, es muy venerada por el pueblo romano. Cerca del lugar del martirio, en el Palatino, hay otra iglesia dedicada al santo mártir.   
   

LA IMAGEN  
Por su general representación iconográfica de un joven atlético, semidesnudo, apuesto y bello, es llamado el Apolo cristiano, siendo uno de los santos más reproducidos en las diferentes técnicas y expresiones artísticas.




En las representaciones del primer milenario viste la clámide militar como correspondía a su cargo, y siempre imberbe. Durante el gótico, le vemos con armadura de mallas a la moda de la época, pero pronto aparece con el rico traje de los nobles palatinos de entonces y generalmente con barba. Desde ese momento es mucho más frecuente representarlo desnudo en el momento de ser asaeteado. El atributo antiguo es la corona de flores en la mano. El atributo personal, desde la Edad Media, es una saeta y el arco entre sus manos. Desde el Siglo XV los artistas han preferido presentarlo desnudo, joven e imberbe, con las manos atadas al tronco de un árbol que tiene detrás y ofreciendo su noble torso a las saetas del verdugo. Muchos artistas lo han pintado o esculpido, entre ellos cabe destacar la escultura de Alonso Berruguete situada en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y la pintura de El Greco llamada "El Martirio de San Sebastián" que es una de las obras más realistas de este pintor y actualmente se encuentra en el Museo Catedralicio de Palencia. 

DEVOCIÓN Y CULTO 
La celebración de la festividad dedicada a San Sebastián aparece atestiguada en Roma desde fecha muy temprana. Nos dan fe de su culto el calendario de Cartago y el sacramentario gelasiano (siglo VII), así como el gregoriano (siglo VIII). Como se ha dicho, durante la peste mortífera del siglo VII fue invocada la protección de San Sebastián, y desde entonces la Cristiandad ve en él al abogado especial contra esta epidemia. No se sabe con seguridad cuando se introdujo esta festividad en la liturgia cristiana, si bien cabe situarla en torno al siglo IX.

En España son innumerables los pueblos y ciudades que lo tienen como Patrón, así como las ermitas y capillas dedicadas en honor suyo, y son muy pocas las parroquias rurales que no tengan el altar de San Sebastián. También data de muy antiguo en los anales de la Iglesia el invocar a San Sebastián contra los enemigos de la religión junto con otros dos santos caballeros, San Mauricio y San Jorge.


SAN SEBASTIÁN, PATRONO DE EL BOALO

San Sebastián Mártir es desde tiempo inmemorial Patrono del pueblo de El Boalo. Por ello, la fiesta más solemne y enraizada en la localidad se celebra el 20 de enero.

No se sabe con certeza cuando prendió en El Boalo la devoción a este santo mártir, protector de la peste. En todo caso, la iglesia parroquial del pueblo está dedicada en su honor y se levantó a comienzos del siglo XVII; cabe pensar, por tanto, que la devoción de los boaleños por el Santo arranca de un tiempo anterior. Probablemente, se habría afirmado entre los habitantes del lugar a lo largo de los siglos XIV y XV.

Tradicionalmente se ha dicho que la devoción a San Sebastián se introdujo en España en los primeros siglos de la Alta Edad Media, quizás traída por peregrinos o por los caballeros franceses que frecuentemente atravesaban los Pirineos para ayudar a los reinos cristianos en la Reconquista. A lo largo de los siglos XIV y XV, Europa sufrió un duro azote de peste que diezmó la población y supuso un motivo de constante temor y preocupación que generó una nueva mentalidad ante la vida y la muerte. La propagación de la epidemia fue vista por las poblaciones de entonces como un castigo divino al pecado humano; se consideró que el mejor modo de aplacar la ira divina era enmendar los errores mortales y volver a ganarse la gracia de Dios, recurriendo frecuentemente a invocar la protección e intercesión de los Santos y de la Virgen María. Concretamente, San Sebastián se configuró como el abogado contra la peste, al que se atribuyen muchos milagros en este sentido. Roncesvalles fue el paso natural de aquellos peregrinos y caballeros, por lo que Navarra resultó ser la primera de las tierras españolas que recogió, por influencia francesa, la invocación a San Sebastián; devoción que, seguidamente, fue extendiéndose al resto de la España cristiana de la época.

En aquel tiempo El Boalo (Bóvalo) formaba parte del recientemente repoblado Real de Manzanares, dentro de la Corona de Castilla. Entre 1350 y 1369 se vivieron en la Corona de Castilla años difíciles. La crisis, que se estaba manifestando desde algún tiempo atrás, alcanzó su culminación con la difusión de la peste negra, cuyas consecuencias fueron de todo punto nefastas. "Esta fue la primera et grande pestilencia que es llamada mortandad grande", nos dice la Crónica de Alfonso XI, la cual añade que desde 1348 dicha epidemia estaba causando estragos "en las partes de Francia et de Inglaterra, et de Italia, et aun en Castiella, et en Leon, et en Estremadura, et en otras partidas". Nos consta que la peste había llegado a Galicia en julio de 1348, pues un documento, fechado el día de Santiago, nos dice que "despoys de esto...veerá ao mundo tal pestilencia e morte ennas gentes". Casi por las mismas fechas la peste actuaba en Toledo, en donde murieron varios miembros de la comunidad judía, como David ben Josef aben Nahmias, del que leemos en su inscripción funeraria que "sucumbió de la peste, que sobrevino con impetuosa borrasca y violenta tempestad".

Por su parte un documento del monasterio de Santa Clara de Villalobos, en tierras zamoranas, de diciembre de 1348, alude a "la gran mortandad que era entre las gentes" y otro testimonio de la misma procedencia, de enero de 1349, pone de manifiesto "la mengua de gientes que non podio aver para labrar en el dicho monesterio por rrazon de las mortandades e tribulaçiones que este año que agora pasó fue sobre los omes".

Recordemos, por otra parte, que la peste acechaba a los combatientes cristianos que se hallaban en la comarca contigua a la plaza de Gibraltar. El mismo rey de Castilla, Alfonso XI, "ovo una landre y murió", víctima por lo tanto de la peste negra.

La peste negra de 1348, no lo olvidemos, fue definida como la primera mortandad, lo que pone de manifiesto el enorme impacto que causó entre sus coetáneos. Y aun hubo en los años siguientes nuevos brotes epidémicos, ya que con una periodicidad decenal reapareció la peste en la Corona de Castilla (1364, 1374, ¿1383?, 1394), pero tanto el radio de acción sobre el que se proyectaban esas epidemias como su virulencia eran cada vez menores. De hecho, ninguno de estos nuevos ramalazos pestilentes alcanzó las dimensiones de la terrorífica peste del año 1348. La pandemia generó un enorme pesimismo y fatalismo en la conciencia colectiva (pero ¿cómo hubiera podido ser de otra manera, si la mitad de la gente que conoces ha muerto y no sabes cómo ni por qué?). Las representaciones de la muerte en la época abundan, y las obras artísticas son, en general, siniestras y mórbidas.
Ante semejante calamidad y dolor es muy plausible que los boaleños también invocasen a San Sebastián, para solicitar su protección ante la cruel enfermedad que tanta mortandad ocasionaba. Invocación que, por otro lado, se reconoce ampliamente extendida a toda la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama.
La invocación a San Sebastián volverá a ser necesaria en la segunda mitad del siglo XVI, con motivo de la epidemia de peste bubónica que tuvo lugar en el año 1599. Nos consta que esta epidemia también afectó a la Sierra. Se tiene noticia de que en Lozoya el “contagio de secas” acabó con la vida de doscientas personas.
De ese modo, a finales del siglo XVI nuevamente los boaleños buscaron la protección del Santo. Y como reconocimiento y desagravio, para que no se volviese repetir otro azote de peste, hicieron voto de gratitud a San Sebastián levantando la iglesia parroquial del pueblo, a él dedicada. Los libros de fábrica recogen la fecha de 1620, por lo que la construcción fue inmediata a los tiempos de mortandad y tribulaciones pasados por los boaleños, que vinieron a entronizar expresamente así el patronazgo de San Sebastián.

Iglesia de San Sebastián. El Boalo
(restaurada, el Atrio es un añadido reciente)


La iglesia de San Sebastián ha sido restaurada en diversas ocasiones, incluso modernamente se le ha añadido un atrio que nunca tuvo. De hecho, sufrió graves daños en los primeros meses de la Guerra Civil, en 1936, cuando fue saqueada y convertida en polvorín. Todas sus imágenes fueron robadas; incluyendo objetos de plata que fueron expoliados por agentes de seguridad del Ministerio de la Gobernación.


En España son muy numerosos los pueblos que tienen o han tenido a San Sebastián como Patrono, o que celebran su festividad el 20 de enero. Sólo en la Comunidad de Madrid se pueden citar, además de El Boalo, entre otros los siguientes: Boadilla del Monte, Brunete, Casarrubuelos, Cercedilla, Collado Villalba, Fresnedillas de la Oliva, Lozoya, Meco, Los Molinos, Moralzarzal, Pozuelo de Alarcón, San Lorenzo del Escorial, San Sebastián de los Reyes, Villaviciosa de Odón y Torrejón de la Calzada. Muchas fiestas en honor del Santo han desaparecido por celebrarse en una estación tan desapacible, frío invierno.


LA ILUMINARIA DE SAN SEBASTIÁN

Una tradición de El Boalo recuperada recientemente dentro de la celebración de la festividad de San Sebastián es la denominada “La Iluminaria”.

Por la noche, se llevaba gran cantidad de leña a la plaza y se amontonaba para prender una gran fogata: “La Iluminaria”. Ésta tras ser encendida era rodeada por todos y se bailaba en torno a ella al compás de la música

Hoy en día, apenas ha variado nada. Se prende una hoguera o luminaria y en una carpa, montada en la plaza para resguardar a cubierto los festejos, se sirve a todos los que asisten un chocolate con leche, animado con anís y las típicas tortas de chicharrones para combatir los rigores de la fría noche serrana. Luego, todos contemplan el fuego de la gran pira, alejándose del intenso calor que desprende y de las llamas que se elevan al cielo entre sonoros chisporroteos, hasta que toda la leña queda convertida en brasas encima de la capa de tierra que se echa para que el calor desprendido por la hoguera no dañe el pavimento de la plaza.



La hoguera en honor de San Sebastián figura también entre las tradiciones de otros pueblos. Así, Moralzarzal organiza en la noche del 19 de enero su tradicional fiesta local de La Luminaria, donde los vecinos toman chocolate con churros y bizcochos a la luz y el calor de una gran fogata. Dice la tradición de La Luminaria que eran los mozos casados en el año anterior los encargados de recoger la leña para encender el fuego y que se colocaban cencerros alrededor de la cintura y corrían por las calles al modo de los encierros taurinos. Luego cantaban y bailaban alrededor de la fogata y los más atrevidos saltaban por encima de ella. También se comenta que esta fiesta nocturna en honor a San Sebastián, se conocía con el nombre de "la noche de los viudos", ya que había quien aprovechaba el calor del fuego para buscar pareja.
En Tafalla (Navarra) consta que hacia 1490 se compraban para el día de San Sebastián abundantes cargas de leña, probablemente para hacer hogueras. En el citado pueblo navarro las mayores manifestaciones de devoción a San Sebastián transcurrían durante el día de su festividad, si bien el pueblo comenzaba la celebración la noche anterior, 19 de enero, guardando vigilia. Esta práctica piadosa tiene larga tradición cristiana, pues ya Cristo exhorto en los Evangelios a la vigilia: “Velad, pues, porque no sabéis que día ha de venir Nuestro Señor”. Por tanto la finalidad última era que el santo al que se veneraba no encontrara dormidos a sus devotos en el día de la festividad, como sucedió a las vírgenes necias en la parábola del Evangelio. Y la leña posiblemente estaría destinada al fuego para proteger del frío a los fieles durante la noche.

Además de proteger del frío estos fuegos o “iluminarias” quizás viniesen a recordar la intercesión del Santo en los tiempos de tribulaciones, con la peste asolando campos y ciudades, pues es sabido que el fuego se utilizó para purificar el aire en la creencia antigua de que éste, corrompido, era el portador de la enfermedad. En este sentido, la tradición oral ha transmitido hasta nuestros días las duras imágenes del combate contra la peste que en el cine se recrean, y en las que, con horror, se ve como en aquellos tiempos aciagos los supervivientes llenaban de fuegos purificadores el paisaje de la mortandad, con la falsa esperanza de acabar con la pestilencia.