sábado, 27 de octubre de 2018




LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DE LOS RESTOS DE LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL SACEDAL




 Progreso de la Excavación Arqueológica (fase intermedia de la campaña 2018)



Introducción

En enero  de 2018 el Ayuntamiento de El Boalo informaba sobre el Proyecto Arqueológico aprobado para el yacimiento de El Rebollar, ubicado en el Cerrillo de la Ermita de la localidad. Los objetivos  generales de dicho proyecto son desenterrar los posibles restos existentes en el lugar y acercarnos a la Historia de ese enclave, puesto que se trata de un área privilegiada que oculta la memoria más remota del municipio. En el pequeño cerro se encuentran los restos de una Ermita dedicada a la Virgen que, según la tradición oral, se apareció en un prado, junto al arroyo del Herrero. En la misma zona se ubica la Necrópolis visigoda descubierta en los años 60 del pasado siglo por Víctor Rozalén, vecino del pueblo, y Felipe Sabaria, un trabajador portugués, cuando realizaban tareas de repoblación de pinos en la zona.


Vista aérea de El Rebollar (la parcela limpia del centro es el lugar señalado para  efectuar la excavación)

Dos equipos científicos están encargados de la excavación de la Ermita, bajo la dirección de Charo Gómez y Javier Salido Domínguez. Los dos grupos de trabajo son el Equipo A de Arqueología, con Charo Gómez, Elvira García, Alfonso Pozuelo, Fernando Colmenarejo y Roberto Fernández y el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, bajo el asesoramiento de la Catedrática de Arqueología, la Dra. Carmen Fernández Ochoa y con el profesor Dr. Javier Salido Domínguez.

La denominación de la Ermita

El en proyecto se atribuye al edificio religioso el nombre de Ermita de la Virgen del Sacedal, pues así aparece citada en documentos eclesiásticos que se refieren a una Ermita que había en El Boalo en el siglo XVII. 

Sin embargo, dicha denominación merece, a nuestro parecer, algún comentario.


En la tradición oral popular de El Boalo no se conoce devoción por la Virgen del Sacedal. Sin embargo, si figura en dicha tradición la Virgen del Desaceral. Incluso existe en El Boalo la calle Virgen del Desaceral. También existe la travesía del Desaceral en la Urbanización de Sierra Bonita. 

Desaceral es el nombre popular local que recibe la bardaguera en esta zona de la Sierra (en Soto del Real existe también una calle con ese nombre). La bardaguera es un arbusto de la familia de las salicáceas que crece a las orillas de los arroyos y ríos. En la zona de El Boalo y su contorno es bastante común. Es una planta que fue muy utilizada en el pasado para el trenzado de cestas. 

Desaceral o Bardaguera
Un vocablo genérico usado en castellano para referirse a lugares donde abundan este tipo de plantas es "saceral"; así, encontramos la Glorieta del Prado del Saceral en el barrio de Mirasierra, de Madrid. "Sacedal" también aparece en la toponimia de Castilla y León en referencia  a lugares con idéntica flora; de hecho, en Madrid existen las cocheras del Metro de El Sacedal. 

La tradición oral popular de El Boalo nos cuenta que la Virgen se apareció entre unos desacerales, junto al arroyo del Herrero; de ahí su nombre: Virgen del Desaceral.

Según la fuente documental eclesiástica, la Virgen se habría aparecido en el prado del "Sacedal," también junto al arroyo del Herrero. Sin embargo, la memoria popular no identifica con ese nombre prado alguno entre los  existentes en el lugar. Lo más próximo que se reconoce es el prado denominado "de la Virgen". A este respecto, siguiendo la concordancia de hechos antes citada, cabría preguntarse ahora si ambos prados no resultan ser el mismo.

Todo apunta a que nos encontramos ante  hechos semejantes con la misma Virgen; cuyo nombre "del Sacedal" recoge documentalmente la Iglesia con un registro escrito culto y más general. De ese modo, muy probablemente, la denominación "del Desaceral" habría quedado restringida, por su localismo, sólo al ámbito de la tradición oral popular. 

Se trata de una teoría muy plausible. En cualquier caso, dejamos aquí estas reflexiones sobre la denominación de la Ermita antigua de El Boalo, animando a los equipos de arqueología encargados de la excavación a seguir trabajando en la investigación que desarrollan, para ir despejando en lo posible la historia que guardan los restos de la Ermita del yacimiento del Rebollar.

El Cerrillo de la Ermita

La seguridad de que en la área investigada se alzaba un edificio de culto religioso nos la ofrece la toponimia que figura en los mapas topográficos de la zona, puesto que en ellos se identifica con claridad el denominado Cerrillo de la Ermita, evidencia notoria de que en dicha zona existió una construcción religiosa de ese tipo.



Detalle de la Hoja 508 del Mapa Topográfico Nacional

Por lo que sabemos, en 1620 se construye en El Boalo la actual Iglesia parroquial de San Sebastián Mártir. Se cree que la nueva parroquia recibió las imágenes y demás artículos religiosos de la Ermita de la Virgen; edificio más antiguo y probable lugar donde se celebraba  el culto religioso local hasta esa fecha. El resultado inmediato de ese traslado fue, probablemente, que el viejo edificio de la Ermita cayó en el abandono progresivo a partir de entonces, sufriendo el deterioro del paso del tiempo, hasta desmoronarse totalmente y desaparecer, pues sus ruinas sirvieron de cantera para otras construcciones. 

Como curiosidad del lugar cabe recordar que, con la llegada del automóvil y el incremento de la circulación de vehículos por la carreteras, el Cerrillo de la Ermita llegó a ser un lugar muy visitado por los moradores de El Boalo en los días de fiesta (todavía alguna mujer mayor lo recuerda), pues disfrutaban allí la tarde de descanso y diversión viendo, además, pasar los vehículos que circulaban por el tramo de carretera de Manzanares el Real a Cerceda. Y siguiendo con las anécdotas: en la zona había también una mina de agua excavada, cuya profundidad, según la imaginación de las gentes, era de tal magnitud que unía el Cerrillo con el cementerio antiguo de Manzanares (junto al viejo castillo)

La excavación arqueológica

El proyecto de excavación está planteado en un contexto científico-participativo. De ese modo, los investigadores han podido contar con la colaboración de voluntarios, invitados por el Ayuntamiento de El Boalo (en convocatoria pública a la ciudadanía) para participar en las labores de recuperación de la historia del Municipio. Pueden participar vecinos y no vecinos del pueblo, mayores de 16 años, sin límite de edad máxima. Las tareas que realizan los voluntarios comprenden desde la propia excavación y trabajos de topografía hasta la documentación científica de los restos recuperados (limpieza, clasificación, etc.)

Voluntarios en campaña.  Fase inicial de los trabajos

El proyecto se ha iniciado en 2018 y queda abierto para su continuación en siguientes anualidades. En 2018 se han desarrollado las fases siguientes:

1. Presentación del proyecto..
2. Limpieza de la finca en la que se realizan los trabajos
3. Sondeos preliminares con georadar.
4. Convocatoria de voluntarios.
5. 1ª Campaña de excavación arqueológica (4 semanas)
6. Jornada de puertas abiertas del yacimiento.
7. Estudio en laboratorio y avances de resultados.

Tras la limpieza de la finca, los sondeos preliminares realizados por georadar señalaron la presencia en el área de investigación de restos de varias estructuras: una mayor, compatible con la planta de una posible Ermita; y otras  menores que pudieran ser pequeñas viviendas o casas de labor.


Sondeos preliminares con georadar
Considerando que la zona de investigación más apropiada para iniciar la excavación era el área donde el georadar había detectado la estructura mayor antes citada, se prepararon los trabajos de topografía necesarios para perimetrar la zona de excavación. La señal de georadar mostraba una estructura rectangular con una zona de mayor intensidad que, en una primera interpretación, podía ser identificada como una torre o campanario. 

Perímetro de la excavación. El rectángulo está orientado al Este en su dimensión mayor
La 1ª Campaña de excavación arqueológica ha tenido lugar entre los días 17 de septiembre y 11 de octubre (cuatro semanas), de 2018.  Se ha contado con la colaboración de casi medio centenar de voluntarios, con edades comprendidas entre los 17 años y los 85 años. Tras los trabajos realizados han quedado al descubierto los muros de la Ermita, en disposición y forma coincidentes con la previsión adelantada por los sondeos del georadar (forma rectangular, con orientación Este-Oeste de su dimensión mayor). Sin embargo, un pequeño desplazamiento topográfico producido a la hora de establecer sobre el terreno la posición exacta de la estructura rectangular, detectada por el sondeo preliminar, ha ocasionado un ligero desajuste en la superposición excavación-estructura, por lo que el muro Norte de la Ermita ha quedado fuera de la zona perimetrada y permanecerá oculto hasta la próxima campaña de excavación. Por otro lado, no ha resultado acertada del todo la posibilidad de una torre o campanario en la zona de mayor intensidad de la señal del georadar. En su lugar, ha aparecido un espacio de igual forma y dimensión con un suelo de mortero de cal, el cual, según los técnicos, habría sido el generador de esa mayor intensidad apreciada en la señal (este espacio es singular dentro de la Ermita, como más adelante veremos).

Vista de la Excavación Arqueológica al finalizar la campaña de 2018

Puestas al descubierto las estructuras que parecen conformar el antiguo edificio religioso, los muros de cierre permiten delimitar este espacio. Se ha ido localizando un gran derrumbe de las fachadas que cayeron hacia el interior, sepultando los objetos que portaban quienes frecuentaban el lugar. En cualquier caso, se advierte la presencia de un gran edificio con una nave de planta rectangular y una cabecera bien diferenciada, situada en un nivel superior al que se accede desde la nave inferior mediante un peldaño o escalón. Dicha cabecera presenta un suelo de mortero de cal, material que parece haber recubierto también el interior de los muros que la circundan. Se supone que podría ser el lugar desde donde celebraba el sacerdote los oficios religiosos. De hecho, pegada al muro Este de dicha cabecera se ha encontrado una losa  que, junto a otra desplazada hallada dentro del mismo  espacio, bien pudiera haber constituido la base del altar del templo (con la antigua liturgia el sacerdote oficiaría de espaldas a los feligreses, vuelto hacía el Este)

Los morteros de cal están fabricados con cal, arena y agua. La cal era conocida desde antiguo como material de construcción para morteros y revestimientos, ya que desde el siglo VI a. C. se han encontrado paredes revocadas con morteros de cal y pintadas al fresco. Está comprobado que se usaba en el Antiguo Egipto, el Imperio asirio, la Grecia clásica y el Imperio Romano.  La cal es un producto que se obtiene calcinando la piedra caliza por debajo de la temperatura de descomposición del óxido de calcio. La cal era un producto de gran utilidad en cualquier comunidad, se utilizaba para acondicionar el suelo, revestir muros, encalar paredes y hacer el argamasado de las piedras. Las rocas calizas más próximas al Cerrillo de la Ermita se encuentran a la entrada de Cerceda, en el afloramiento del Cretácico Superior que fue explotado como cantera para la calera que estuvo ubicada en esa zona hasta tiempos recientes.

Llama la atención el gran tamaño de la estructura y las dos zonas claramente diferenciadas. También, que la fabrica de los muros de la nave y de la cabecera no parece tener la misma apariencia. Surge, así, la duda para determinar si nos encontramos ante la planta única de un edificio o ante una planta primitiva ampliada con posterioridad. En siguientes campañas arqueológicas se irán despejando esta y otras incógnitas. 

En cuanto a restos hallados, por el momento no se han localizado objetos directamente relacionados con el culto o las prácticas religiosas (cabe recordar que, al parecer, el culto que se celebraba en este lugar fue trasladado a la nueva Iglesia parroquial de San Sebastián, construida en 1620, cayendo en el abandono la Ermita a partir de entonces) . Se han recogido fragmentos de tejas, mortero y clavos que informan del tejado que cubría el espacio religioso. Asimismo, se han encontrado fragmentos cerámicos diversos, vidrio, sílex y un botón del tiempo de Isabel II. Muy importante ha sido el hallazgo numismático. Se trata de monedas con caracteres arábigos pertenecientes al Emirato de Cordoba (fundado por Abderramán I en el año 756), lo que podría acreditar deambulación de personas por este espacio religioso en el siglo IX. Otras monedas pertenecen a la época de los Reyes Católicos. Seguramente las tipologías cerámicas, el vidrio y la numismática aportarán más datos sobre la cronología, funcionalidad y quizás zonas de producción y comercialización.

Un último hallazgo, de singular importancia, ha sido el descubrimiento de una tumba dentro de la nave de la Ermita que contenía el esqueleto de un individuo adulto, bien conservado y sin ajuar alguno añadido. El enterramiento necesariamente debió de ser posterior a la celebración del Concilio de Toledo, en el año 792, pues sólo a partir de esa fecha se vislumbra, o permite, que algunos personajes de la jerarquía superior pudieran ser enterrados en el interior de las iglesias (salvada la excepción de Constantino el Grande a quien la Iglesia, en agradecimiento, le concedió el privilegio de que su cuerpo fuera enterrado en el atrio de la Basílica de los Santos Apóstoles, extendido a otros de sus descendientes y algunos Obispos, precedente de lo que sería más tarde habitual en todo el mundo cristiano). En cualquier caso, esos restos humanos van a facilitar una datación precisa merced al estudio del Carbono 14 y, también, ofrecerán otras informaciones de sumo interés cuando sean analizados por los expertos en Antropología forense y/o de Arqueología forense.

Conclusión

Los trabajos de excavación arqueológica llevados a cabo para descubrir los restos de la Ermita de la Virgen del Sacedal, en el denominado Cerrillo de la Ermita, nos informan, según los hallazgos encontrados, de que existe deambulación  de personas en el siglo IX por este lugar de culto cristiano. Este dato, que habrán de confirmar estudios científicos posteriores más completos, introduce novedades en la historia local hasta ahora estudiada, pues el periodo de dominación árabe en el área del Municipio no está documentado ni es conocido. Sólo sabemos de las entradas y correrías de los cristianos pasando al sur de la Sierra del Guadarrama a partir del siglo IX, como en el caso de Ordoño I en el año 861. Pero hay que esperar a la desaparición del Califato de Córdoba (1031) para que, con los reinos Taifas, Alfonso VI conquiste Madrid, en 1083. Aunque el período de asentamiento cristiano al sur de la Sierra se dilatará desde el final del siglo XI al XV. Y en ese contexto se cree que tuvo lugar la repoblación de El Boalo (¿1275?)

Que hubiera cristianos en El Boalo en el siglo IX y que practicaran su religión con libertad no sería nada extraordinario. Es sabido que los invasores árabes no fueron muy numerosos, por ello ocuparon los centros de poder permitiendo que la población visigoda se mantuviera en el territorio. De hecho, la población quedó estructurada como sigue: 1) Los árabes, pocos, ocupan los altos cargos y los mejores terrenos. 2) Los bereberes: son más y ocupan puestos intermedios. 3) los hispanos se reparten en tres grupos: los muladies, hispanos convertidos al Islam; los mozarabes, hispanos que mantienen su cristianismo; y los judios, que viven en las ciudades y se dedican al comercio. En este contexto, la Sierra de Guadarrama continuó siendo una zona poco poblada, ocupada por bereberes y explotada básicamente por pastores que en su mayoría serían mozarabes.



Visto todo lo anterior, damos la bienvenida a las investigaciones arqueológicas en curso, ya que desvelarán noticias del pasado de la población del mayor interés para los ciudadanos. Finalmente, hay que felicitar al Ayuntamiento de El Boalo por apoyar esta iniciativa cultural que trae al conocimiento de todos el pasado alto medieval de la zona, alumbrando novedades históricas de sumo interés. Asimismo, investigadores y voluntarios merecen nuestro aplauso por el trabajo realizado y los resultados preliminares obtenidos. Confiamos en que el posterior estudio de gabinete y laboratorio confirme y amplíe la información obtenida en las labores "in situ", realizadas durante la 1ª Campaña de excavación arqueológica ; y también deseamos que la 2ª Campaña, a celebrar en el próximo año 2019, sea una realidad tangible, para continuar la obra inacabada que aquí comentamos. La defensa de nuestro patrimonio histórico y arqueológico lo merece, pues debemos llegar a entender esa defensa como una obligación inexcusable de la ciudadanía.










sábado, 20 de octubre de 2018





HISTORIA DE EL BOALO (V)


      
El Boalo: Iglesia parroquial de San Sebastián (siglo XVII)
-el Atrio de la Iglesia y la cubierta son añadidos modernos-
      

EL BOALO en el siglo XVII

En esta centuria España atraviesa una crisis generalizada que se corresponde con el inicio de la decadencia del Imperio español. Es el siglo de los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) y la crisis de esa época se caracteriza por un estancamiento demográfico notorio y una recesión económica severa. De hecho, la baja productividad, las alteraciones monetarias (gasto público excesivo y bancarrotas del Estado consiguientes), la burocracia del sistema y el descenso de la población llevaron al país a un empobrecimiento inexorable. En realidad, el enorme coste que suponía sostener el Imperio español en el mundo sin crear la riqueza necesaria para ello condujo a España al colapso económico; sólo sobrellevado, en buena medida, gracias a la América española y sus riquezas.

En el área comarcal de El Boalo ese decrecimiento de la población ya se advierte en la última década del siglo XVI, en comparación con las décadas precedentes. Por documentos de averiguaciones fiscales de esos años sabemos que el número de vecinos había disminuido, comparando con censos anteriores. A Cerceda se le atribuían 60 "fuegos", unidades familiares o vecinos (225 habitantes); El Boalo contaba con 59 vecinos y un numero similar de habitantes; y Matalpino tenía unos 40 "fuegos" (unos 150 pobladores). En total, unos 158 vecinos o su equivalente de unos 636 habitantes (cifras que comparadas con las del mismo tenor existentes setenta años atrás -193 ¨fuegos" y 772 habitantes-, evidencian el decrecimiento demográfico señalado)


Cuadro del pintor Velázquez: El Príncipe Baltasar Carlos (de 1635)
 El fondo del cuadro es la Sierra del Guadarrama vista desde El Pardo
A la izquierda  la Sierra de Hoyo. A la derecha La Maliciosa y a su lado Cabeza de Hierro

Otros datos posteriores confirman el descenso general de la población a lo largo del siglo XVII. En el área del municipio de El Boalo ese decrecimiento demográfico tiene lugar por una suma de factores, siendo los principales los siguientes: epidemias, malas cosechas, derrumbe de la producción y de la productividad agropecuaria (debido a la sobreexplotación de los terrenos), caída de la renta agraria (a consecuencia de lo anterior), pleitos seculares perdidos e indemnizaciones consiguientes a la Villa de Madrid (en litigios seguidos durante esa centuria en relación con la titularidad y derechos de explotación de ciertos predios a lo largo y ancho del territorio comarcal) y, finalmente, el incremento "voraz" de los tributos exigidos por la Corona y por el Duque del Infantado (obligaciones fiscales más cuantiosas y novedosas figuras impositivas que venían a recaer en una población cada vez menor para su reparto)
Como hechos sobresalientes sucedidos en El Boalo a lo largo del siglo XVII, citaremos los tres siguientes: construcción de la Iglesia de San Sebastián; solución con acuerdos compensatorios para la Villa de Madrid de los litigios seculares mantenidos con la villa del oso y el madroño en relación con la titularidad y disfrute de algunos predios de la comarca; y consolidación paulatina de la forma de expresión oral Boalo dentro del lenguaje popular por corrupción hablada de la palabra original escrita Bóvalo o Bóbalo. 

En relación con la Iglesia parroquial de El Boalo cabe señalar que San Sebastián Mártir es desde tiempo inmemorial Patrono del pueblo. Por ello, la fiesta más solemne y enraizada en la localidad se celebra el 20 de enero. No se sabe con certeza cuando prendió en El Boalo la devoción a este santo mártir, protector de la peste. En todo caso, la iglesia parroquial del pueblo está dedicada en su honor y se levantó a comienzos del siglo XVII (libros de fabrica de 1620 y el de bautismos, matrimonios y defunciones desde 1623); cabe pensar, por tanto, que la devoción de los boaleños por el Santo arranca de un tiempo anterior. Probablemente, se habría afirmado entre los habitantes del lugar a lo largo de los siglos XIV y XV.

Imagen de San Sebastián en la Iglesia parroquial de El Boalo

En este sentido, cabe recordar que la peste negra de 1348 sufrida en España (y por ello, también, en los pueblos de la Sierra del Guadarrama), fue definida como la primera mortandad sufrida por la población del país, lo que pone de manifiesto el enorme impacto que causó entre sus coetáneos. Y aun hubo en los años siguientes nuevos brotes epidémicos, ya que con una periodicidad decenal reapareció la peste en la Corona de Castilla (1364, 1374, ¿1383?, 1394), pero tanto el radio de acción sobre el que se proyectaban esas epidemias como su virulencia eran cada vez menores. De hecho, ninguno de estos nuevos ramalazos pestilentes alcanzó las dimensiones de la terrorífica peste del año 1348. La pandemia generó un enorme pesimismo y fatalismo en la conciencia colectiva (pero ¿cómo hubiera podido ser de otra manera, si la mitad de la gente que conoces ha muerto y no sabes cómo ni por qué?). Las representaciones de la muerte en la época abundan, y las obras artísticas son, en general, siniestras y mórbidas. Ante semejante calamidad y dolor es muy plausible que los boaleños también invocasen a San Sebastián, para solicitar su protección ante la cruel enfermedad que tanta mortandad ocasionaba. Invocación que, por otro lado, se reconoce ampliamente extendida a toda la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama. La invocación a San Sebastián volverá a ser necesaria en la segunda mitad del siglo XVI, con motivo de la epidemia de peste bubónica que tuvo lugar en el año 1599. Nos consta que esta epidemia también afectó a la Sierra. Se tiene noticia de que en Lozoya el “contagio de secas” acabó con la vida de doscientas personas. De ese modo, a finales del siglo XVI nuevamente los boaleños buscaron la protección del Santo. Y como reconocimiento y desagravio, para que no se volviese repetir otro azote de peste, hicieron voto de gratitud a San Sebastián levantando la iglesia parroquial del pueblo, a él dedicada. Los libros de fábrica recogen la fecha de 1620, por lo que la construcción fue inmediata a los tiempos de mortandad y tribulaciones pasados por los boaleños, que vinieron a entronizar expresamente así el patronazgo de San Sebastián.

La nueva parroquia recibió las imágenes y demás artículos religiosos de la Ermita de la Virgen del Desaceral, anterior lugar donde se celebraba  el culto religioso local. De hecho, la Ermita fue  siendo abandonada desde entonces, sufriendo el deterioro del paso del tiempo hasta desmoronarse totalmente y desaparecer, pues sus ruinas sirvieron de cantera para otras construcciones.

Vista de la Iglesia de San Sebastián, sin el atrio actual

La parroquia de San Sebastián ha sufrido diversas modificaciones a lo largo de los años. El atrio y las cubiertas actuales del edificio son añadidos modernos. El servicio religioso está encomendado desde siempre a la Iglesia parroquial de Manzanares el Real.

El segundo hecho es el referido al pleito legal que la Villa de Madrid había interpuesto ante la Chancillería de Valladolid contra los concejos del Real de Manzanares, quienes de manera unilateral se habían adueñado de la titularidad y los derechos exclusivos de explotación de determinados predios de la comarca. Esa querella tuvo como resultado una serie de sentencias, favorables a Madrid y condenatorias para los concejos, dictadas a lo largo del siglo XVI, que fueron recurridas por los concejos implicados alargando el proceso hasta el año 1600, momento en que el litigio pareció llegar a su final mediante una resolución firme de la citada Chancillería que se suponía vendría a poner fin al proceso. No fue así, puesto que hubo apelación de los concejos afectados, dando lugar a una nueva dilación de la causa procesal. Sin embargo, esa prolongación conllevaba un coste demasiado elevado para las posibilidades económicas de los pequeños concejos, por lo que cuatro años después se optó por llegar a un acuerdo con Madrid. Pero la concordia tampoco se alcanzó, pues veinte años después todavía seguía el enquistamiento. Ello dio lugar a un nuevo pacto entre las partes en el que se fijaban, además, las indemnizaciones que se debían abonar a Madrid. Esas indemnizaciones resultaron muy lesivas para la economía de los pueblos ya  que fueron repartidas equitativamente, por derrama, entre los "fuegos", unidades familiares o vecinos de las poblaciones  comprometidas en cada caso. Pero aun restaba un ultimo asalto, ya que Madrid había interpuesto una nueva demanda judicial solicitando la imposición de una serie de sanciones  a los vecinos de los pueblos del Real que habían cometido excesos que contravenían las concordias de la década de 1620; en concreto, se citaban "rompimientos intrusos, cercamientos furtivos, intrusiones de pastos comunes, cortas indebidas....". El nuevo pleito también resultó favorable a Madrid, así como una Ejecutoría regia, promulgada en el año 1679, que condenaba en términos muy duros los "excesos" cometidos por los pueblos del Real de Manzanares. Éstos, para evitar nuevas indemnizaciones sin fin, se vieron empujados a llegar a nuevos pactos con Madrid. Tal fue el caso de El Boalo y Matalpino los cuales alcanzaron un pacto con Madrid, en 1680, reconociendo a Madrid como exclusivo propietario de una serie de terrenos adehesados (Valfrío, Navalacarrera, Las Dehesillas) paralelos a las márgenes del río Manzanares (en contraprestación, el concejo matritense había de permitir el tránsito a aquellos que circulaban por los caminos que atravesaban los espacios adehesados citados). Para finalizar, a resultas de los litigios con Madrid la situación económica de los pueblos quedó muy debilitada; lo que fue aprovechado por la Casa Ducal del Infantado para ampliar sus propiedades fundarias en la zona (propuso a las comunidades vecinales de Manzanares, Moralzarzal, Becerril y El Boalo, que le traspasaran las suertes o participaciones que poseían en la dehesa del Rodegüelo, a cambio de una compensación económica a la baja. Aceptada la oferta, por parte de El Boalo otorgaron la escritura: Sebastián Sanz, Alcalde; Alonso Gil, Procurador; e Ignacio Martín y Francisco González, vecinos del pueblo)

Por último, cabe hablar ahora de la evolución fonética Bóvalo ----- Boalo. En el siglo XVIII el nombre del pueblo lo encontramos escrito indistintamente como El Bóbalo y El Boalo, por lo que podemos considerar que en el lenguaje popular del siglo XVII se fue consolidando la expresión oral vulgar Boalo previa a su forma escrita culta asumida por reconocimiento de su uso hablado popular. El paso de bóbalo (o bóvalo) a boalo es el resultado de un fenómeno lingüístico conocido en la lengua castellana que consiste en la falta de pronunciación del sonido de la "b" o "v" intervocálica en la lengua vulgar. Esta falta de pronunciación, practicada por el pueblo llano de forma continuada en el tiempo, acaba por modificar la expresión culta escrita, ya que la escritura termina por recoger ese fenómeno mediante la perdida gráfica de la consonante que no se pronuncia al hablar; de modo que El Bóbalo acabó siendo El Boalo. Entre otros ejemplos próximos cabe citar bobadilla-boadilla, bovalar-boalar, etc.