sábado, 20 de octubre de 2018





HISTORIA DE EL BOALO (V)


      
El Boalo: Iglesia parroquial de San Sebastián (siglo XVII)
-el Atrio de la Iglesia y la cubierta son añadidos modernos-
      

EL BOALO en el siglo XVII

En esta centuria España atraviesa una crisis generalizada que se corresponde con el inicio de la decadencia del Imperio español. Es el siglo de los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) y la crisis de esa época se caracteriza por un estancamiento demográfico notorio y una recesión económica severa. De hecho, la baja productividad, las alteraciones monetarias (gasto público excesivo y bancarrotas del Estado consiguientes), la burocracia del sistema y el descenso de la población llevaron al país a un empobrecimiento inexorable. En realidad, el enorme coste que suponía sostener el Imperio español en el mundo sin crear la riqueza necesaria para ello condujo a España al colapso económico; sólo sobrellevado, en buena medida, gracias a la América española y sus riquezas.

En el área comarcal de El Boalo ese decrecimiento de la población ya se advierte en la última década del siglo XVI, en comparación con las décadas precedentes. Por documentos de averiguaciones fiscales de esos años sabemos que el número de vecinos había disminuido, comparando con censos anteriores. A Cerceda se le atribuían 60 "fuegos", unidades familiares o vecinos (225 habitantes); El Boalo contaba con 59 vecinos y un numero similar de habitantes; y Matalpino tenía unos 40 "fuegos" (unos 150 pobladores). En total, unos 158 vecinos o su equivalente de unos 636 habitantes (cifras que comparadas con las del mismo tenor existentes setenta años atrás -193 ¨fuegos" y 772 habitantes-, evidencian el decrecimiento demográfico señalado)


Cuadro del pintor Velázquez: El Príncipe Baltasar Carlos (de 1635)
 El fondo del cuadro es la Sierra del Guadarrama vista desde El Pardo
A la izquierda  la Sierra de Hoyo. A la derecha La Maliciosa y a su lado Cabeza de Hierro

Otros datos posteriores confirman el descenso general de la población a lo largo del siglo XVII. En el área del municipio de El Boalo ese decrecimiento demográfico tiene lugar por una suma de factores, siendo los principales los siguientes: epidemias, malas cosechas, derrumbe de la producción y de la productividad agropecuaria (debido a la sobreexplotación de los terrenos), caída de la renta agraria (a consecuencia de lo anterior), pleitos seculares perdidos e indemnizaciones consiguientes a la Villa de Madrid (en litigios seguidos durante esa centuria en relación con la titularidad y derechos de explotación de ciertos predios a lo largo y ancho del territorio comarcal) y, finalmente, el incremento "voraz" de los tributos exigidos por la Corona y por el Duque del Infantado (obligaciones fiscales más cuantiosas y novedosas figuras impositivas que venían a recaer en una población cada vez menor para su reparto)
Como hechos sobresalientes sucedidos en El Boalo a lo largo del siglo XVII, citaremos los tres siguientes: construcción de la Iglesia de San Sebastián; solución con acuerdos compensatorios para la Villa de Madrid de los litigios seculares mantenidos con la villa del oso y el madroño en relación con la titularidad y disfrute de algunos predios de la comarca; y consolidación paulatina de la forma de expresión oral Boalo dentro del lenguaje popular por corrupción hablada de la palabra original escrita Bóvalo o Bóbalo. 

En relación con la Iglesia parroquial de El Boalo cabe señalar que San Sebastián Mártir es desde tiempo inmemorial Patrono del pueblo. Por ello, la fiesta más solemne y enraizada en la localidad se celebra el 20 de enero. No se sabe con certeza cuando prendió en El Boalo la devoción a este santo mártir, protector de la peste. En todo caso, la iglesia parroquial del pueblo está dedicada en su honor y se levantó a comienzos del siglo XVII (libros de fabrica de 1620 y el de bautismos, matrimonios y defunciones desde 1623); cabe pensar, por tanto, que la devoción de los boaleños por el Santo arranca de un tiempo anterior. Probablemente, se habría afirmado entre los habitantes del lugar a lo largo de los siglos XIV y XV.

Imagen de San Sebastián en la Iglesia parroquial de El Boalo

En este sentido, cabe recordar que la peste negra de 1348 sufrida en España (y por ello, también, en los pueblos de la Sierra del Guadarrama), fue definida como la primera mortandad sufrida por la población del país, lo que pone de manifiesto el enorme impacto que causó entre sus coetáneos. Y aun hubo en los años siguientes nuevos brotes epidémicos, ya que con una periodicidad decenal reapareció la peste en la Corona de Castilla (1364, 1374, ¿1383?, 1394), pero tanto el radio de acción sobre el que se proyectaban esas epidemias como su virulencia eran cada vez menores. De hecho, ninguno de estos nuevos ramalazos pestilentes alcanzó las dimensiones de la terrorífica peste del año 1348. La pandemia generó un enorme pesimismo y fatalismo en la conciencia colectiva (pero ¿cómo hubiera podido ser de otra manera, si la mitad de la gente que conoces ha muerto y no sabes cómo ni por qué?). Las representaciones de la muerte en la época abundan, y las obras artísticas son, en general, siniestras y mórbidas. Ante semejante calamidad y dolor es muy plausible que los boaleños también invocasen a San Sebastián, para solicitar su protección ante la cruel enfermedad que tanta mortandad ocasionaba. Invocación que, por otro lado, se reconoce ampliamente extendida a toda la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama. La invocación a San Sebastián volverá a ser necesaria en la segunda mitad del siglo XVI, con motivo de la epidemia de peste bubónica que tuvo lugar en el año 1599. Nos consta que esta epidemia también afectó a la Sierra. Se tiene noticia de que en Lozoya el “contagio de secas” acabó con la vida de doscientas personas. De ese modo, a finales del siglo XVI nuevamente los boaleños buscaron la protección del Santo. Y como reconocimiento y desagravio, para que no se volviese repetir otro azote de peste, hicieron voto de gratitud a San Sebastián levantando la iglesia parroquial del pueblo, a él dedicada. Los libros de fábrica recogen la fecha de 1620, por lo que la construcción fue inmediata a los tiempos de mortandad y tribulaciones pasados por los boaleños, que vinieron a entronizar expresamente así el patronazgo de San Sebastián.

La nueva parroquia recibió las imágenes y demás artículos religiosos de la Ermita de la Virgen del Desaceral, anterior lugar donde se celebraba  el culto religioso local. De hecho, la Ermita fue  siendo abandonada desde entonces, sufriendo el deterioro del paso del tiempo hasta desmoronarse totalmente y desaparecer, pues sus ruinas sirvieron de cantera para otras construcciones.

Vista de la Iglesia de San Sebastián, sin el atrio actual

La parroquia de San Sebastián ha sufrido diversas modificaciones a lo largo de los años. El atrio y las cubiertas actuales del edificio son añadidos modernos. El servicio religioso está encomendado desde siempre a la Iglesia parroquial de Manzanares el Real.

El segundo hecho es el referido al pleito legal que la Villa de Madrid había interpuesto ante la Chancillería de Valladolid contra los concejos del Real de Manzanares, quienes de manera unilateral se habían adueñado de la titularidad y los derechos exclusivos de explotación de determinados predios de la comarca. Esa querella tuvo como resultado una serie de sentencias, favorables a Madrid y condenatorias para los concejos, dictadas a lo largo del siglo XVI, que fueron recurridas por los concejos implicados alargando el proceso hasta el año 1600, momento en que el litigio pareció llegar a su final mediante una resolución firme de la citada Chancillería que se suponía vendría a poner fin al proceso. No fue así, puesto que hubo apelación de los concejos afectados, dando lugar a una nueva dilación de la causa procesal. Sin embargo, esa prolongación conllevaba un coste demasiado elevado para las posibilidades económicas de los pequeños concejos, por lo que cuatro años después se optó por llegar a un acuerdo con Madrid. Pero la concordia tampoco se alcanzó, pues veinte años después todavía seguía el enquistamiento. Ello dio lugar a un nuevo pacto entre las partes en el que se fijaban, además, las indemnizaciones que se debían abonar a Madrid. Esas indemnizaciones resultaron muy lesivas para la economía de los pueblos ya  que fueron repartidas equitativamente, por derrama, entre los "fuegos", unidades familiares o vecinos de las poblaciones  comprometidas en cada caso. Pero aun restaba un ultimo asalto, ya que Madrid había interpuesto una nueva demanda judicial solicitando la imposición de una serie de sanciones  a los vecinos de los pueblos del Real que habían cometido excesos que contravenían las concordias de la década de 1620; en concreto, se citaban "rompimientos intrusos, cercamientos furtivos, intrusiones de pastos comunes, cortas indebidas....". El nuevo pleito también resultó favorable a Madrid, así como una Ejecutoría regia, promulgada en el año 1679, que condenaba en términos muy duros los "excesos" cometidos por los pueblos del Real de Manzanares. Éstos, para evitar nuevas indemnizaciones sin fin, se vieron empujados a llegar a nuevos pactos con Madrid. Tal fue el caso de El Boalo y Matalpino los cuales alcanzaron un pacto con Madrid, en 1680, reconociendo a Madrid como exclusivo propietario de una serie de terrenos adehesados (Valfrío, Navalacarrera, Las Dehesillas) paralelos a las márgenes del río Manzanares (en contraprestación, el concejo matritense había de permitir el tránsito a aquellos que circulaban por los caminos que atravesaban los espacios adehesados citados). Para finalizar, a resultas de los litigios con Madrid la situación económica de los pueblos quedó muy debilitada; lo que fue aprovechado por la Casa Ducal del Infantado para ampliar sus propiedades fundarias en la zona (propuso a las comunidades vecinales de Manzanares, Moralzarzal, Becerril y El Boalo, que le traspasaran las suertes o participaciones que poseían en la dehesa del Rodegüelo, a cambio de una compensación económica a la baja. Aceptada la oferta, por parte de El Boalo otorgaron la escritura: Sebastián Sanz, Alcalde; Alonso Gil, Procurador; e Ignacio Martín y Francisco González, vecinos del pueblo)

Por último, cabe hablar ahora de la evolución fonética Bóvalo ----- Boalo. En el siglo XVIII el nombre del pueblo lo encontramos escrito indistintamente como El Bóbalo y El Boalo, por lo que podemos considerar que en el lenguaje popular del siglo XVII se fue consolidando la expresión oral vulgar Boalo previa a su forma escrita culta asumida por reconocimiento de su uso hablado popular. El paso de bóbalo (o bóvalo) a boalo es el resultado de un fenómeno lingüístico conocido en la lengua castellana que consiste en la falta de pronunciación del sonido de la "b" o "v" intervocálica en la lengua vulgar. Esta falta de pronunciación, practicada por el pueblo llano de forma continuada en el tiempo, acaba por modificar la expresión culta escrita, ya que la escritura termina por recoger ese fenómeno mediante la perdida gráfica de la consonante que no se pronuncia al hablar; de modo que El Bóbalo acabó siendo El Boalo. Entre otros ejemplos próximos cabe citar bobadilla-boadilla, bovalar-boalar, etc.


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