viernes, 19 de octubre de 2018

HISTORIA DE EL BOALO (IV)


                           Vista del antiguo ejido de El Boalo, con las edificaciones modernas



EL BOALO en el siglo XVI

Se conoce como Edad Moderna el período que abarca los siglos XVI al XVIII desde el año 1453 (caída del Imperio Romano), hasta el año 1789 en que tiene lugar la Revolución Francesa. Aunque en este trabajo vamos a considerar, convencionalmente, que en España el comienzo de dicho período se ajusta mejor al año 1492 (fin de la Reconquista y Descubrimiento de América) y su final al año 1812, con la promulgación de la Constitución liberal de Cádiz en plena Guerra de la Independencia (fin del Antiguo Régimen). 

En el presente capítulo abordamos una aproximación a la historia de El Boalo durante el primer tercio de la Edad Moderna: el siglo XVI.

Introducción

En anterior artículo, publicado en este mismo blogg, dejamos al Bóvalo (El Boalo) al final de la Baja Edad Media, siendo una pequeña población serrana perteneciente al señorío del Real de Manzanares (que comprendía un total de 19 poblaciones). Este señorío fue donado por Enrique II de Castilla al mayordomo real don Pedro González de Mendoza, en 1369. Tal donación real, hecha por "juro de heredad", daba derecho a Pedro González de Mendoza a transmitir el "señorío" a sus sucesores, sucediéndose en el título su hijo don Diego Hurtado de Mendoza, primer Duque del Infantado, y su nieto don Iñigo López de Mendoza, el célebre Marqués de Santillana. 

Sin embargo, Madrid nunca vio con buenos ojos la segregación producida, siendo desde un primer momento constantes las disputas y pleitos por el uso de tierras, pastos y montes del Real, que la villa del oso y el madroño entendía formaban parte de sus derechos. Por ello, el definitivo  asentamiento señorial no se produce hasta que Juan II de Castilla lo dona más tarde, en 1445, al último de los Mendoza citados, don Iñigo, con el título de Condado del Real de Manzanares, es decir con señorío jurisdiccional pleno. Esta tardía incorporación al sistema feudal cuando el proceso repoblador ya se había completado, hizo que el reciente condado tuviera un débil control de la sierra, perdiendo parte de las rentas feudales.


De hecho, la construcción del nuevo castillo-palacio de Manzanares el Real fue iniciada por don Diego Hurtado de Mendoza, hijo de don Iñigo (hubo otro castillo más antiguo, situado junto al río Manzanares y cuyas ruinas aun se conservan, que se derribó y sus piedras sirvieron de cantera para la nueva construcción). Las obras concluyeron en 1482, estando al frente del señorío el cardenal Rodrigo González de Mendoza, hijo menor de don Iñigo. Según cuentan, el citado cardenal, en el flamante castillo, tuvo sus más y sus menos con doña Mencia de Lemos, con la cual tuvo dos hijos. Dicen que la reina Isabel "la Católica" los llamaba "los bellos pecados del cardenal".



Castillo de Manzanares el Real 01.jpg
Castillo nuevo de Manzanares el Real


Precisamente, la primera cita escrita conocida de El Boalo se la debemos al primer Marques de Santillana, don Iñigo, el cual, con ocasión de una visita que realizó a su condado del Real de Manzanares describe en una "serranilla" el descenso que desde el Yelmo seguía en dirección a El Boalo (bovalo en el poema) 

Por todos estos pinares
nin en el val de la Gamella
non ví serrana mas bella
que Menga de Manzanares.
Desçendiendol yelmo á yusso
contral bovalo tirando en ese
valle de susso,
ví serrana estar cantando.

Don Iñigo López de Mendoza (1398-1448) fue un personaje clave de la sociedad de su tiempo, además de ilustre poeta; es el progenitor y cabeza de la casa ducal del Infantado, Grandes de España.

El patronazgo de la casa de los Mendoza se prolongará durante toda la Edad Moderna hasta comienzos del siglo XIX, cesando en sus privilegios al decretarse la abolición de los señoríos (1837), tras un proceso histórico que arranca en 1812 con la promulgación de la Constitución de Cádiz (la revolución liberal española consideraba a los señoríos como uno de los símbolos del "régimen feudal" a suprimir, invocando precedentes en las quejas seculares de los pobladores vasallos contra sus excesos, entendiendo que habían sido otorgados con daño al pueblo llano y en detrimento de los derechos de la Corona)


EL SIGLO XVI

Es el Siglo de Oro español, puesto que España se convierte ahora en la primera potencia mundial. Con los Reyes Católicos y la nueva dinastía de los Habsburgo se forja el Imperio español: liderazgo en Europa y conquista de América y de las islas Filipinas. Los periodos de gobierno del Emperador Carlos V  y de su hijo el rey Felipe II  (de 1517 a 1556 y de 1556 a 1598, respectivamente) cubren prácticamente todo el siglo XVI, centuria en cuyo discurrir ese Imperio se consolida con su lema conocido de "en él nunca se ponía el sol....". La población de España en su conjunto descendió en esa centuria, por varias causas tales como:  epidemias, guerras y conquista y marcha de colonos a América. A su vez, la economía experimentó un gran crecimiento hasta mediados del siglo (favorecida por el comercio con América), pero se frenó por los enormes gastos originados por la política exterior seguida, sobre todo por Felipe II, que dieron lugar a un impagable déficit que condujo a la Corona a declarar la bancarrota en más de una ocasión (se vivía pendiente de la llegada del oro de los galeones de América). La obra del Monasterio del Escorial es la manifestación más elocuente de esa época dorada; la construcción se inició en 1563, colocándose la última piedra en 1584

Los conflictos de Madrid con el Real de Manzanares 

En las décadas finales del siglo XV se sucedieron los conflictos entre Madrid y el Real de Manzanares, dando lugar a numerosos litigios entre las dos partes, nuevas capitulaciones, sentencias arbitrales y, además, violencia entre las gentes.

Hacia 1481 los concejos del Real de Manzanares ya habían ocupado esas tierras e impedían por todos los medios que los ganados madrileños pudieran pastar en los espacios del Real. Sin embargo, las sentencias de los tribunales regios habitualmente resultaban favorables a Madrid. Así, en 1485 el licenciado Alfonso del Águila confirmaba que se cumplieran todas las sentencias anteriores, manteniendo los derechos de Madrid a llevar a cabo "rozas" y disfrutar de los pastos, condenando a los vecinos del Real por haber impedido y perseguido a los de Madrid cuando intentaban pasar por allí con sus rebaños. En 1490 el concejo madrileño establece por primera vez una guarnición permanente en El Pardo al no haber obtenido ninguna solución de "facto" a sus demandas ya que, según ellos, cuantas veces habían pedido al Duque del Infantado que impidiera a sus vasallos atacar a los de Madrid e invadir sus tierras, los mensajeros se habían ido de vacío....

Hubo otros intentos de la Corona para persuadir a las dos partes de que renunciaran al recurso de la violencia en su enfrentamiento en torno a los derechos de explotación de los términos, montes, prados, pastos, dehesas y abrevaderos de la zona. Al final, en 1500 una Real Ejecutoria sancionaba formalmente la sentencia firme mediante la cual se otorgaba vía libre para que Madrid ejerciera sus derechos de explotación en el territorio del Real y condenaba a los concejos que habían ocupado tierras a devolverlas a su condición de libertad de explotación (en nuestro caso, esa sentencia afectaba a los enclaves de Los Serrajones, situado al sur -espacio adehesado que se repartieron los concejos de Manzanares, Becerril, Moralzarzal, El Boalo, Cerceda y Mataelpino-, y El Zaurdón, coto redondo ubicado al sureste, en manos del concejo de Cerceda). Sin embargo, el Duque del Infantado y sus villas no se resignaron, presentando todas las poblaciones del Real apelación contra las sentencias dictadas por el licenciado Pedro Bermudez, juez ejecutor nombrado por los Reyes Católicos para resolver el conflicto secular entre la villa de Madrid y el señorío del Real de Manzanares. 

Con todo, a mediados de 1500 los madrileños decidieron ejecutar la sentencia a iniciativa propia y derribar algunas de las cercas, pero los del Real se lo impidieron......Y durante todo el siglo XVI las apelaciones de Madrid caerán en saco roto, singularmente tras la derrota de la revuelta comunera y el apoyo decisivo que los Duques del Infantado prestaron a la causa del Emperador Carlos V.

Forma de asentamiento y crecimiento demográfico

La colonización de El Boalo, que mantendrá el nombre de Bóvalo o Bóbalo hasta mediados del siglo XVIII cuando se impone la denominación actual sobre la primitiva (a consecuencia de la modificación gráfica que experimentó la palabra bovalo, con origen en su expresión hablada  de uso continuado en el lenguaje  popular), surge como agrupación de núcleos ganaderos familiares que comparten un espacio sin alineación ni concepto de calle; las irregulares manzanas de la población se originan a partir de las diferentes formas y tamaños de las parcelas que cada colono cercaba y donde construía la casa, establo y demás espacios auxiliares donde cuidar los animales de corral. Además, normalmente existía un área para el cultivo agrícola familiar de subsistencia. La casa resulta ser, así, el signo de propiedad sobre el suelo colonizado, de modo que a lo largo de los años en todo el Real la propiedad de la tierra que circunda a la casa es comunal (ejidos, quiñones, dehesas boyales, montes comunales y otros terrenos de uso comunitario), exceptuando algunos pequeños prados cercados o huertas próximas a los núcleos de población.

Los aprovechamientos conjuntos presentaban diferentes formas, ya fueran  de cada población o como mancomunidad de varias. De ese modo, las 19 poblaciones de el Real, y El Boalo entre ellas, disfrutaban de una gran extensión de terrenos comunales libres, donde podían llevar sus ganados a pastar sin satisfacer derechos por ello. Así, por ejemplo, El Boalo (que contaba con su particular ejido) figura en las capitulaciones establecidas en 1587 por Cerceda, Moralzarzal, Becerril, Matalpino y El Boalo, con la villa de Manzanares el Real, sobre uso de las dehesas del Carrascal de Matalascabras, Garganta, Rohiduelo y El Berrocal (aunque el uso más extendido de las dehesas era la mancomunidad de pastos, El Berrocal era labrada en uso agrícola conjuntamente por los vecinos de las poblaciones concertadas). En todo caso, los usos comunes de la tierra se combinaban según los intereses y acuerdos locales establecidos para el aprovechamiento de la leña, matas, rastrojeras o de la piedra de cantería.

En cuanto a los pobladores y desde el punto de vista demográfico, en el transito de siglo XV al XVI  se inicia en el Real una cierta expansión demográfica, en comparación con la crisis poblacional experimentada en el siglo XV. En este sentido, el primer padrón disponible de la zona se realizó a finales de la década de 1520. Se trata del Censo General, encuesta realizada con la finalidad de cuantificar el número de familias que debían pagar al fisco real el impuesto denominado "el servicio ordinario y extraordinario", también conocido como "servicios de Cortes". En dicho censo El Boalo (Bóvalo) figura con 39 "fuegos", de los cuales 22 eran calificados como varones pecheros, 4 eran viudas, 9 pobres y 4 menores. Los "fuegos" eran a modo de hogares, unidades familiares o vecinos. Los pecheros eran cabezas de familia, hombres o mujeres. No hay dato exacto que transforme los "fuegos" en número de habitantes, aunque los especialistas se inclinan por aplicar un coeficiente multiplicador de 3,75 a 4. Así, El Boalo, en esa época y en el mejor de los casos, podría haber contado con 156 habitantes (39x4). En el mismo Censo figuran Cerceda, con 128 "fuegos" (512 habitantes, 128x4) y Mataelpino, con 26 "fuegos" (104 habitantes, 26x4).

Prueba de que la población se incrementaba en El Boalo es que quince años después se realizó otro nuevo recuento, resultando que, para entonces, El Boalo ya contaba con 50 "fuegos", es decir, el número de sus  pobladores había aumentado, pasando de 156 a 200. Igual tendencia presentaba Matalpino, con 34 "fuegos (136 habitantes). Por el contrario, Cerceda había perdido población, puesto que  ahora figura con 100 "fuegos" frente a los 128 con que  contaban en la encuesta anterior (hay que hacer una salvedad, en el Censo anterior dentro de los 128 "fuegos" atribuidos a Cerceda aparecían contabilizados  15 "fuegos" de menores, calificación que la nueva encuesta no contempla pues sólo contabiliza varones, viudas y pobres). En cualquier caso, aunque carecemos de otros censos posteriores, considerando los datos generales se advierte que la población conjunta del Real de Manzanares siguió una tendencia alcista a lo largo del siglo XVI, experimentando un incremento demográfico del 20% entre los años 1528 y 1591. 

Por último, el incremento de la población en El Boalo en esa época queda puesto de manifiesto, además, por el estudio de los apellidos presentes en la zona. De hecho, a mediados del siglo XVI en El Boalo predominan los apellidos: Martín (5 personas), Mingo (5), Herranz (4), García (3) y Hoyo, López y Sanz (2). Años más tarde aparecen nuevos apellidos que vienen a sumarse a los anteriores, evidenciando la llegada de nuevos moradores.

Expansión agrícola y ganadera 

Un crecimiento poblacional sostenido en el tiempo se produce cuando paralelamente existe un incremento de los bienes de consumo básicos necesarios para la supervivencia humana. En El Boalo ese  crecimiento se cimentó, básicamente, en la explotación de nuevos terrenos dedicados al cultivo de cereales, leguminosas, hortalizas y ciertas plantas forrajeras. Del mismo modo, acompaña a lo anterior el aumento de la crianza de pequeños hatos de ganado boyal, tal como testimonia la proliferación en la zona de espacios denominados ejidos, dehesas, cercas y prados. Asimismo, se incrementa en la zona el pastoreo de rebaños lanares y caprinos estables, en una tendencia nacida de la expansión de la trashumancia y el comercio de la lana.

Sin embargo, los suelos de El Boalo son poco favorables para el cultivo del trigo; de hecho, menos del 10% de las tierras de la zona son aceptables para su cultivo. De ese modo, los cultivos más comunes eran la cebada y el centeno, además de la algarroba para forraje del ganado. Por ello, podemos afirmar que, en alguna medida, El Boalo pertenecía al grupo de poblaciones serranas que se decían "pobres tierras en que viven los vecinos de ellas necesitadamente, porque son tierras de sierra donde se coge poco pan e vino....." . En el catastro de Ensenada de 1749 (dos siglos más tarde) se dice que El Boalo y Mataelpino tienen 9,3% de sus tierras sembradas con cereal. Más de la mitad de los predios eran calificados de tercera calidad (la más mediocre), y sólo un 5,9% de los mismos se apreciaban como excelentes para el cultivo del cereal. En cuanto a los rendimientos medios por semilla en tierras de mediana calidad éstos se fijaban  en 1:5, para el trigo, y en 1:3, para el  centeno.


                                                       
                                 
                                            Yunta de bueyes uncida para arar

Por otro lado, aunque los terrenos tampoco eran propicios para la viticultura, en documentos de la época se advierte un incremento de la producción vinícola en la zona. Se trataba de la plantación de nuevas cepas (los denominados majuelos) en diversos terrenos pertenecientes a los aprovechamientos comunales de El Boalo, Cerceda y Manzanares el Real (así lo indican algunos topónimos de la zona tales como: Dehesa de las Viñas, Las Viñuelas, Ladera de las Viñas, Las Viñas, y el Chaparral de las Viñas). En cualquier caso, por precisar más, en la toponimia de El Boalo no se observan vestigios de la posible presencia de viñas en su termino; sin embargo, sí que hay documentos que prueban la existencia de vecinos de El Boalo que cultivaban la vid (como en el caso de Miguel de Bartolomé de Diego Hernández, vecino de El Boalo, el cual litigaba en 1560 con el concejo de Cerceda por haber sido desposeído de la explotación de unas tierras comunales sitas en el pago de Las Viñas de Cerceda para, a continuación, cederlas el citado concejo a otro vecino del pueblo llamado Esteban Rubio. O cuando en torno a 1590 la Corona indemniza a un gran numero de pobladores por los daños ocasionados por la caza del Pardo en las heredades de vecinos de El Boalo y Cerceda, donde disfrutaban de la explotación temporal de predios cerealícolas y vitícolas; entre los indemnizados con mayores sumas figuran Francisco Hoyo, Juan García, Pedro Hoyo y Pedro Sanz; todos ellos empadronados en El Boalo)

Finalmente, cabe señalar que aunque el cultivo de la vid requería un trabajo muy intenso, ello se compensaba porque los productos de las cepas se comercializaban en los mercados comarcales, proporcionando a los productores un remanente dinerario en metálico para hacer frente a imposiciones fiscales del señorío y de la Corona, pues en metálico era la forma habitual en que se cobraban las alcabalas del señorío y otros impuestos de la Corona.

La red pecuaria

La comunicación viaria de esta centuria responde a los trazados antiguos de las calzadas y caminos de la épocas romana y medieval, ahora ampliados con la superposición de la extensa red de vías pecuarias  originada a partir de la creación del Honrado Concejo de la Mesta de Pastores (1275). Su función era proteger la trashumancia, movimiento temporal por el que los ganados de las zonas frías y montañosas del norte de la península se trasladaban, de un lugar a otro de su geografía: al sur, en búsqueda de pastos invernales; o al norte, para regresar a sus pastos estivales al finalizar el invierno. El máximo apogeo de estos desplazamientos se produce en el siglo XVI, siendo fiel exponente de ello el Ordenamiento del Concejo de la Mesta (1515) que favoreció a las cabañas ganaderas extremeña, leonesa y manchega (según los datos de la Mesta el movimiento de ganado trashumante alcanzó su cenit en 1526, con la cifra de 3,5 millones de cabezas desplazadas; a partir de 1560 se inicia la decadencia hasta que se suprime la Mesta en 1786,  como resultado de las seculares protestas de los agricultores por los privilegios y abusos ganaderos que el sistema amparaba)

La Mesta era una organización poderosísima de propietarios y pastores de ganado trashumante, principalmente lanar de raza merina, que obtuvieron privilegios considerados abusivos porque los colocaban por encima del resto de ganaderos propietarios de cabezas estantes y de los agricultores, con quienes tuvieron muchos conflictos. Prestaban servicio en el aparato burocrático-judicial necesario números funcionarios, alguaciles y otros servidores, que vigilaban el cumplimiento de las normas establecidas por las ordenanzas y, en especial, los derechos y usos de tierras de pasto, la integridad de las cañadas, su conservación, amojamiento, anchura, etc.

Los caminos que seguía el ganado -y las personas y mercancías, que en muchos casos utilizaban estas mismas vías de comunicación- tenían anchuras variables y longitudes que llegaban a alcanzar 100 a 160 leguas (unos 560 a 890 kilómetros, respectivamente). Por su anchura se clasificaban como sigue: cañadas (90 varas, unos 75 metros); cordeles (45 varas, unos 38 metros); veredas (25 varas, unos 21 metros); y coladas (de anchura variable hasta 4 metros). Además, esta red pecuaria se complementaba con abrevaderos (pilones, arroyos o remansos de ríos donde bebía el ganado); descansaderos (lugares destinados al descanso de animales y pastores); y majadas (lugares donde se pasaba la noche, el ganado recogido y los pastores a cobijo. Se reconocen tres grandes sistemas de vías pecuarias: La Central o Segoviana, la Occidental o Leonesa y la Oriental o Manchega.



Recorrido de la Cañada Real Segoviana (en azul) por la zona de El Boalo
       
Las numerosas vías pecuarias que cruzan el territorio de El Boalo en todas direcciones ponen de manifiesto la importancia que ha tenido la ganadería en el municipio (El Boalo-Cerceda-Matalpino). Hay constancia de 42 vías pecuarias en su término entre cañadas, cordeles, veredas y coladas, además de numerosos descansaderos y abrevaderos. Por su mayor importancia en El Boalo destaca la Cañada Real Segoviana que atraviesa la zona de oeste a este (con su descansadero de la chopera del río Samburiel);  y el cordel del Campuzano, que arranca en  el descansadero antes citado y continua contornando la Peña de las Gallinas con dirección norte, ascendiendo la montaña en busca de pastos altos. Otras vías importantes son la colada de Becerril a El Boalo; la de El Boalo a Colmenar; la de El Boalo a Manzanares el Real; la de Matalpino a El Boalo; y la de El Boalo a Moralzarzal.

Descansadero de la Cañada Real Segoviana en su cruce con el río Samburiel

La organización local

Los documentación antigua de El Boalo que pudiera figurar en el Archivo Municipal esta desaparecida, de modo que seguiremos la información de referencia que nos proporcionan los documentos concejiles de Cerceda (población integrada en el mismo municipio desde el siglo XIX) y otros conocidos del Real de Manzanares.

Las poblaciones del Real se organizaron al principio como aldeas señoriales. Su emancipación del señorío se fue produciendo entre los siglos XVI y XVIII, consiguiendo de la Corona el derecho al "villazgo". La primera en conseguirlo fue Guadarrama reconocida como villa junto a Colmenar Viejo en 1504. En 1523 se reconoce a Porquerizas (actual Miraflores de la Sierra). Ya en el siglo XVII continúan otros reconocimientos; y en el siglo XVIII acceden al villazgo Cerceda (1749), Matalpino y El Boalo (ambos en 1751).

Como aldeas de señorío estas poblaciones contaban con un concejo. Las primeras noticias referentes al concejo de El Boalo datan de comienzos del siglo XVI, ya que en los cuadernos de rentas del Duque del Infantado del año 1508 figuran Cerceda y El Boalo como entidades concejiles. Por los Libros de Propios concejiles de Cerceda tenemos noticia de que los concejos datan de mediados del siglo XVI. El organigrama, composición y funcionamiento del concejo eran sencillos. Contaba con los cargos municipales siguientes: dos Alcaldes Ordinarios, un Procurador Síndico y el Alguacil. Todos los cargos se elegían anualmente siendo conocidos como "oficios reales" y los nombramientos eran rotatorios entre los vecinos. El concejo funcionaba en régimen de asambleas abiertas al conjunto del vecindario, moderadas por los Alcaldes Ordinarios. La asamblea ejercía como principales competencias las referidas a la regulación y a los aprovechamientos de los bienes comunales y de propios del concejo. Los pleitos o querellas con ámbito en el territorio concejil o que competían a los vecinos de los pueblos se dirimían en primera instancia en la villa de Manzanares ante el tribunal de justicia señorial.




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