sábado, 20 de febrero de 2021

 


El Yelmo visto desde El Boalo


EL BOALO EN EL SIGLO XIX


En el siglo XIX nuestro país vive los tiempos más aciagos de toda su historia, pues en esa centuria cristaliza de manera irremediable la decadencia de España. Muchos van a ser los tristes acontecimientos que lleven al país al subdesarrollo, la pobreza, la injusticia social y, en definitiva, a la ruina moral del la nación. La consulta de los libros de Historia de España ofrece oportunidades sobradas para hallar información detallada de todos y cada uno de ellos; por consiguiente, omitimos aquí la descripción pormenorizada de los mismos.

Tanto el comienzo del siglo como su final van a quedar marcados por dos derrotas decisivas de las armas españolas:  Trafalgar (1805) y Cuba (1898). Y entremedias, tendrán lugar toda una suerte de acontecimientos tan infaustos como la Abdicación de Bayona (1808); la guerra de la Independencia contra Napoleón (1808-1814); la emancipación de las colonias americanas (1810-1836); las guerras carlistas (1833-1840), (1846-1849), (1872-1876); la inestabilidad institucional (1868-1874); la guerra de Cuba (1868-1878), (1879-1880), (1895-1898); y la perdida de la últimas colonias en 1898 (Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam)

Tiempo de estragos: La Guerra de la Independencia


En 1804 Napoleón se hizo coronar emperador de Francia y, como consecuencia inmediata, las potencias se disponen a defenderse del imperialismo del general corso; menos España, que aparecía cada vez más como su aliada. Napoleón planeaba la invasión de Gran Bretaña, pero para conseguir ese objetivo precisaba acabar previamente con el dominio naval británico. Y para realizar este plan previo el ejercito francés necesitaba contar con la cooperación de la flota española. El rey de España, Carlos IV, y su ministro Godoy debieron pensar en los beneficios de tal cooperación, dado que la invasión de Inglaterra y su derrota asegurarían el dominio de los mares para España; y, con ello, la defensa de su imperio. Así, decidieron participar en la coalición que Napoleón proponía.

Pero en los mares el dominio de la flota británica era incontestable (mejores medios y entrenamiento de las tripulaciones). Tras algunas maniobras diversivas que no despistaron a la flota inglesa, el almirante Nelson esperó la salida de la escuadra franco-española que, al mando del almirante francés Villeneuve, se había refugiado en Cádiz; mientras Napoleón esperaba y desesperaba en Boulogne, presionando por la salida de los barcos. La batalla decisiva  tuvo lugar cerca del puerto gaditano, frente al cabo de Trafalgar (1805). Los británicos destrozaron la escuadra franco-española y la flota española dejó prácticamente de existir. De modo que Napoleón ya no pudo invadir Inglaterra.

Batalla de Trafalgar (1805)

Siguiendo la política imperialista de Napoleón y para tratar de conformar a éste, en 1807 Godoy propuso al emperador el reparto de Portugal (aliado de los británicos). Esa propuesta fue la base del Tratado de Fontainebleau (1807) que posibilitó la entrada en España de las tropas francesas que habían de participar en la operación conjunta. La ocupación de Portugal se llevo a cabo rápidamente (la familia real portuguesa huyó al Brasil). pero las fuerzas napoleónicas no sólo se dedicaban a cooperar en la conquista de Portugal, sino que, como "aliados", solapadamente "ocupaban" las principales plazas del norte y centro de España. Y es que Napoleón tenía el plan de anexionarse parte de España. Descubiertas  sus verdaderas intenciones en España surgió el descontento contra Godoy y en marzo de 1808 estalló la revuelta definitiva: el motín de Aranjuez. Godoy fue hecho prisionero y Carlos IV, intimidado, abdico en su hijo Fernando VII. El nuevo rey entró en Madrid al mismo tiempo que las tropas francesas del general Murat. Así, media España acabó ocupada por los "aliados" franceses y nadie sabía como hacerles salir se allí. Napoleón aprovecho la debilidad de la Corona española para citar en Bayona a los dos reyes, Carlos IV y Fernando VII, y un vez allí éstos consiguió que Fernando VII abdicase en su padre,.........sin decirle que éste ya había renunciado a todos sus derechos en favor del propio Napoleón. De ese modo, a espaldas de los sufrimientos de la nación Carlos IV y su hijo Fernando VII protagonizaban, ante Napoleón, un espectáculo indigno, pugnando ante el emperador a ver quien caía más bajo, quien era más abyecto. En suma, mientras el pueblo sufría vejaciones y facilitaba provisiones a los franceses por encima de sus posibilidades, sus gobernantes subastaban sus derechos dinásticos por una crecida pensión vitalicia. Desde ese instante Napoleón pasó a disponer en su beneficio de la Corona de España, cediéndola a su hermano mayor, José, quien de esta forma accedería al trono como rey de España. 

Las protestas de los españoles contra la ocupación de los franceses conducen al levantamiento del pueblo de Madrid, el 2 de mayo de 1808. Levantamiento popular que dará inicio a la Guerra de la Independencia (1808-1814) contra el invasor. En esta guerra contra la invasión francesa España contó con la ayuda de las tropas británicas, además de las fuerzas del vecino Portugal. 

Dos de mayo de 1808 en Madrid (F. de Goya)

Desde marzo de 1808 hubo tropas francesas "aliadas" acantonadas en Guadarrama, Torrelodones, Galapagar y Las Rozas; que aseguraban el camino a Madrid. Además, en esta zona de la Sierra existía un corredor estratégico militar que unía Guadarrama con Venturada, cuya vigilancia aseguraba también al ejercito francés el control de todos los pasos de montaña del Sistema Central. Sabemos que eran fuerzas militares cuyo mando supremo ostentaba el general Dupont. A este respecto, el artículo 3 de la convención secreta de 1807 firmada entre Francia y España decía: "las tropas francesas serán alimentadas y mantenidas por España y sus sueldos pagados por Francia durante todo el tiempo que dure su tránsito por España". Sin embargo, la Junta Central de Suministros española, que debía atender esa cláusula del acuerdo, no contaba con los fondos necesarios para afrontar tales gastos y pedía a los pueblos de la zona (El Boalo, entre otros) que se valieran de los remedios más prontos y expeditos, para cumplir las demandas del ejercito francés. Las peticiones de avituallamiento de los mandos franceses eran continuas, exigentes, amenazadoras e incesantes: harina, cebada, carne, vino, paja, etc...; además, los franceses requisaban y se apoderaban de todo tipo de transportes (carros y caballerías) que encontraban. Por ello, desde antes de iniciarse la guerra ya soportaban los vecinos de El Boalo la pesada carga de su contribución al costoso mantenimiento del ejercito extranjero.

La derrota de Bailén (julio 1808) forzó la retirada del ejercito francés hasta la línea de seguridad del río Ebro. Eso hizo que, temporalmente, volviera de nuevo la administración pública española y que la maquinaria burocrática exigiese el pago de impuestos, estatales y señoriales, a los pueblos de la Sierra, ya bien esquilmados para entonces por los franceses.

Napoleón contrataca en noviembre y vence en Somosierra a las fuerzas españolas; pasa el puerto de montaña y fuerza la capitulación de Madrid, el 4 de diciembre de 1808. Por la rapidez de la operación militar francesa el ejercito español de Guadarrama no llega a tiempo de defender Madrid y se disuelve sin entrar en combate. 

Navidad de 1808. Napoleón pasando con su ejercito en plena ventisca 
por el Alto del León, para derrotar al ejercito inglés en el norte

La guerra de la Independencia acabó formalmente para la zona de la Sierra hacia la primavera de 1813, cuando los restos del ejercito francés pasan en retirada para el norte. Fueron cinco años de ocupación -bajo reinado del rey José I, Bonaparte, sostenido por el ejercito francés y contando con el apoyo de un grupo de españoles llamados "afrancesados"-, que se dejaron sentir como una losa en toda la zona de la Sierra, que quedo muy dañada económicamente. Las localidades de El Boalo, Cerceda y Mataelpino soportaron los estragos de la guerra, pero como tenían un emplazamiento apartado de los caminos principales no sufrieron directamente las bestialidades de la soldadesca francesa; sin embargo, también sus vecinos tuvieron que afrontar con sus patrimonios y bienes las contribuciones extraordinarias destinadas a sostener el mantenimiento de las tropas francesas y otras cargas impositivas que llevaron a muchos moradores a la ruina. Así, la guerra y la ocupación francesa sumieron en la miseria a muchos vecinos y no pocos de ellos tuvieron que emigrar en esos años a Colmenar Viejo, la Corte o a otros lugares en los que poder subsistir sin tanto sufrimiento. Y en estas circunstancias también se empobrecieron los ayuntamientos, que decidieron poner a la venta, en pública subasta, los bienes propios de menor valor con el fin de hacer frente a tan gravosa obligación y aliviar con ello la pesada carga que soportaban los vecinos.

Sin embargo, la quietud bélica en la zona la Sierra durante el aplastante dominio francés no fue tal ya que, con frecuencia, se vio afectada por la actuación de las guerrillas cuya misión era atacar las comunicaciones francesas, dar golpes de mano y obligar al ejercito galo a fijar numerosas tropas para perseguirles, impidiendo con ello la presencia de esos efectivos militares en los lugares en que se producían las concentraciones bélicas estratégicas. En este sentido, la Pedriza del Manzanares reunía condiciones idóneas como refugio de las partidas que actuaban por la Sierra. Por ello, cabe suponer que los pueblos de las inmediaciones (El Boalo, entre otros) fueran lugares donde los guerrilleros encontraban sus apoyos y avituallamiento. De ese modo, las partidas mantenían contactos con los vecinos, algunos de los cuales se integraba en el grupo guerrillero, caso de Miguel Domínguez, sobrino del que fuera alcalde de Guadarrama en 1812 y que encontró la muerte en un acción en El Espinar.

Tiempo nuevo: el fin del Antiguo Régimen


En plena guerra contra los franceses se reúnen en Cádiz las Cortes Generales españolas y se aprueba la Constitución de 1812 (conocida como la Pepa, por haberse promulgado el 19 de marzo). Una Constitución liberal en la que el principio de que "la soberanía reside en la Nación compuesta por ciudadanos libres e iguales" vertebra todo su texto.

Facsímil de la Constitución de 1812

Además de la Constitución las Cortes de Cádiz promulgaron entre 1810 y 1813 varios decretos que desmantelaban las estructuras económicas y sociales del Antiguo Régimen. Mediante un decreto de 6 de agosto de 1811 se produjo la abolición del régimen señorial acabando, así, con el sistema feudal en que vivía aproximadamente la mitad de la población española (la villa de El Boalo estaba sometida a la jurisdicción del señorío del Condado del Real de Manzanares). Cada señorío se regía por sus propias leyes, tenía sus propios órganos de justicia y sus propios sistemas tributarios, pues los señores percibían de sus vasallos rentas derivadas del ejercicio de su jurisdicción: tasas judiciales, cargas administrativas, monopolios locales, derechos de peaje, tasas por la caza, la pesca, el uso de pastos, molinos, etc.....Los vasallos también debían realizar prestaciones personales, como trabajar algún día en las tierras u otras propiedades de su señor. El decreto abolió los señoríos jurisdiccionales, es decir, la potestad de los señores para ejercer justicia y realizar nombramientos administrativos. A cambio, para evitar el rechazo frontal de la nobleza, los señores vieron reconocido legalmente su derecho a poseer señoríos territoriales o solariegos, es decir, aquellos sobre los cuales pudieran documentar su propiedad. Ello provocó litigios con los campesinos, que también reclamaban la propiedad de estas tierras. Hasta mediados de la década de 1830 no se establecieron criterios definitivos para resolver los pleitos sobre la propiedad de los señoríos.

Durante la denominación francesa, con José I, Bonaparte, como rey de España, se produjeron algunos cambios en la organización territorial del país siguiendo el modelo de Francia, como la creación de prefecturas y departamentos. Los municipios quedaron subordinados al gobierno civil de la provincia y el nombramiento de los cargos concejiles correspondía al intendente o prefecto de la provincia. A finales de 1814, restablecido en el trono Fernando VII, el ayuntamiento de El Boalo, como todos los demás, volvió a organizarse como lo había hecho antes de 1808, pues las modificaciones de la legislación bonapartista quedaron abolidas. De nuevo la Sala de Alcaldes pasaba a tutelar la administración municipal y el nombramiento de los cargos concejiles, pero asegurándose en los pueblos la lealtad al rey Fernando VII y la desafección a cualquier atisbo de simpatías y personas afines a la ideología liberal. Sin embargo, la elección de los cargos municipales se siguió realizando por el viejo sistema de "personas duplicadas" hasta prácticamente finales del reinado de Fernando VII. En villas de escasa población como era el caso de El Boalo, Cerceda y Mataelpino, los miembros de algunas familias desempeñaron reiteradamente cargos concejiles y municipales durante las primeras décadas del siglo . Tal es el caso de diferentes representantes de las familias Sanz, Martín, de la Rubia, Leiro, Montalvo, Márquez, Fernández, Domínguez, Maillas, Pintado, Díaz o Varela. En 1824 se volvió a regular la elección de alcaldes, capitulares y oficiales de los ayuntamientos y en los tres pueblos se reemplazó el sistema de elección de "personas duplicadas" por uno de ternas para cada cargo municipal.

La muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, da paso al surgimiento de un Estado constitucional (1834), pretendido desde décadas atrás por la burguesía liberal, que supone el acta de defunción de las estructuras del Antiguo Régimen. En este sentido, el gobierno de la regencia de Isabell II de inmediato puso en marcha un programa de reformas administrativas, entre las que se encontraba el nuevo diseño de división provincial de España promovido por Javier de Burgos, ministro de Fomento, recogida por el Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 (división que ha permanecido vigente hasta nuestros días). De esa organización territorial surgiría la actual provincia de Madrid, formada por 13 partidos judiciales (6 de ellos en la capital) que agrupaban 197 ayuntamientos, con jurisdicción sobre 225 poblaciones. En la nueva organización provincial el ayuntamiento de El Boalo quedó integrado en el partido judicial de Colmenar Viejo, dentro de la provincia de Madrid, subordinado y sometido al control de la Diputación Provincial. En lo eclesiástico la localidad siguió dependiendo de la diócesis de Toledo, integrada en el arciprestazgo de Talamanca (situación que se mantendrá durante buena parte del siglo XIX)

Formación del municipio del Distrito de El Boalo

Las localidades de El Boalo, Cerceda y Mataelpino pasaron a formar parte de la nueva organización provincial cuya configuración no afectó a la integridad territorial de estos municipios, por lo que mantuvieron las mismas dimensiones que en los siglos anteriores. No obstante, hubo que clarificar sus linderos y su topografía en décadas posteriores y sobre todo, reorganizar sus atribuciones políticas y administrativas. El problema se puso de manifiesto ya entrada la década de 1840 cuando se constató que dentro de la nueva organización territorial existían municipios que en la práctica, bien por su bajo nivel de población o por su dispersa situación geográfica, no se consideraban capacitados para ejercer adecuadamente las atribuciones municipales y, consecuentemente complicaban la eficacia administrativa, fiscal y política del gobierno de la provincia. Y precisamente dentro del grupo descrito se hallaban los municipios de El Boalo, Cerceda y Mataelpino. Como solución se optó por seguir el sistema de agregaciones municipales en los casos que así lo aconsejaban. Dichas agregaciones se fueron produciendo a tenor de lo dispuesto por la Ley de Organización y Atribuciones de los ayuntamientos sancionada por la reina Isabel II el 8 de enero de 1845 y publicada por la Gaceta de Madrid siete días después. El artículo 70 de la Ley establecía que los ayuntamientos con menos de 30 vecinos se agregarán a otros o formarán, reuniéndose entre sí, nuevos ayuntamientos


Edificio actual de la Casa Consistorial de El Boalo 

En 1845 ni El Boalo, ni Cerceda, ni Mataelpino alcanzaban los 30 vecinos. En consecuencia el proceso de agregación se inició en 1845, aunque se produjo en dos fases. En primer lugar fueron reunidos en un único ayuntamiento El Boalo y Cerceda, dejando fuera a Mataelpino que siguió como municipio independiente. La sede política y administrativa se estableció en El Boalo, aunque asegurando que la representación política o número de concejales de cada pueblo fuera igual. De hecho y de derecho cada pueblo tenía su alcalde, dos regidores, un procurador o regidor síndico y de su elección se encargaban los mayores contribuyentes de cada localidad. Sin embargo, esa paridad de componentes hizo que en la práctica ambos pueblos siguieran funcionando como ayuntamientos independientes y, peor aún, la pretendida eficacia de la agregación tampoco se consiguió. Como solución final, ya a comienzos de la década de 1850, se va a agregar también a Mataelpino que continuaba funcionando por su cuenta. Así, quedaron reunidos e integrados los tres pueblos en el ayuntamiento del Distrito de El Boalo, manteniendo una representación equilibrada de cada uno de ellos en el consistorio y respetándose, por lo menos hasta bien entrado el siglo XX, una relativa exclusividad competencial para con sus antiguos términos. 

Población, economía y sociedad

A comienzos del siglo XIX El Boalo era una localidad poco poblada (en 1787 tenía  60 habitantes), no bien comunicada con otros pueblos y lejos de los principales caminos de aquel tiempo. Las secuelas de la guerra de la Independencia se dejaron sentir largos años; sabemos que en ese tiempo la emigración en busca de un futuro mejor animó a muchos habitantes de la zona, que trasladaron su residencia a Madrid, la Corte y otros lugares para lograr un estándar de vida mayor. En el Anuario estadístico de la provincia de Madrid de 1848 en El Boalo aparecen censados 63 habitantes; es decir, en sesenta años sólo hubo un incremento de 3 habitantes. Esta lenta recuperación demográfica parece deberse a dos factores principales: la emigración antes citada y un incremento de la mortalidad (se sabe que a finales del siglo anterior el número de fallecimientos ya venía superando al de nacimientos). Todo apunta a que la lenta recuperación debió ser tardía, pues pudo producirse hacía 1840, cuando los efectos perversos de la guerra de la Independencia sobre la población de la zona se fueron mitigando y quedando atrás. Obviamente, también pudieron influir negativamente en la población los brotes epidémicos de cólera padecidos en Madrid en los años 1834 y 1837 y las hambrunas ocasionadas por las crisis agrícolas y económicas de los años 1817, 1824, 1837, 1842 y 1843. En la segunda mitad del siglo la dinámica de la población fue expansiva, aunque no continua. Desde 1848 a 1900 con el ayuntamiento "agregado de El Boalo (integrando las localidades de El Boalo, Cerceda y Mataelpino) la población conjunta de los tres pueblos pasó de 251 a 457 habitantes. Al principio la población creció rápidamente alcanzando en 1860 los 382 habitantes. Después se inició un descenso de la población y en 1866 los habitantes eran 350 (principalmente debido a la emigración de vecinos para encontrar trabajo en la construcción y los servicios de Madrid). En la década siguiente la población se recupera y recobra los 380 habitantes que ya tenía en 1860, hasta llegar al máximo del siglo en 1888, con 490 habitantes. En los diez últimos años de la centuria la población padecerá las epidemias que afectaron con especial virulencia a las tierras de Madrid (y puede que también los efectos de la guerra colonial en Cuba y Filipinas), por lo que la población va a disminuir hasta los 457 habitantes censados en 1900.

El Boalo, rotonda actual de acceso al pueblo

El Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Pascual Madoz, publicado entre 1845 y 1850, describe El Boalo como localidad perteneciente a la provincia de Madrid, partido judicial de Colmenar Viejo, diócesis de Toledo; le combate en general el viento del norte y su clima frío es propenso a calenturas intermitentes, pulmonías y dolores de costado. Tiene 18 casas tan separadas unas de otras, que no forman calles (17 vecinos y 63 almas); posee ayuntamiento, cárcel y escuela de instrucción primaria servida por un maestro con la dotación de 1.093 reales; una fuente de buen agua y una iglesia parroquial (San Sebastián) aneja a Manzanares. El terreno es pedregoso y de mediana calidad, brotan en él diferentes fuentes y le cruzan 3 arroyos denominados San Muriel, Herrero y Caganches; éste último atraviesa parte de la villa. Los caminos de pueblo a pueblo son casi intransitables. El correo se recibe de Colmenar Viejo, sin día señalado. Produce trigo, centeno, cebada y lino. Se mantiene ganado lanar, cabrío y vacuno; hay caza de conejos, liebres  y alguna pesca menuda. Los vecinos se dedican a conducir piedra y carbón a Madrid. Comercian con la exportación de los frutos sobrantes.

                        Entrada de BOALO (EL) en el Diccionario de Pascual Madoz

En lo social cabe señalar que en aquellos años la cuerda de los Porrones y La Pedriza eran refugio de bandoleros, que se habían ido afincando allí desde finales de la guerra de la Independencia. Algunas leyendas relatan acciones de los bandoleros en El Boalo y sus inmediaciones. Los bandoleros más nombrados son Paco "el sastre", Mariano Balseiro, Barrasa y Pablo Santos; a éste último se le conoce como "el bandido de La Pedriza". Sirvan las tres historias siguientes para ilustrar algunos de los hechos sucedidos en aquellos días y que han llegado hasta nosotros a través de los relatos orales de vecinos de la zona.

Se cuenta que corría el año 1839 cuando Paco "el sastre" junto con su socio Balseiro secuestraron a dos hijos del Marqués de Gaviria, intendente del Palacio Real; los niños fueron llevados por los bandoleros a su campamento de La Pedriza, pidiéndole al padre una suma importante por su rescate. El padre ofreció una recompensa a quien descubriera a los bandidos; se hizo una batida organizada por los habitantes de los alrededores, dándose cuenta los bandidos de sus intenciones huyeron adentrándose en La Pedriza, dejando a los niños en el campamento pues no querían causarles daño. La banda consiguió escapar y los niños fueron rescatados sin daño. Sin embargo, días después los bandidos son descubiertos casualmente en Madrid; el 20 de julio de 1839 Paco "el sastre" fue ejecutado a las once y media de la mañana en un patíbulo levantado en la Puerta de Toledo de Madrid, media hora después que su socio Mariano Balseiro.

Bandoleros por La Pedriza

Otra leyenda que tiene varias versiones (por el número de participantes y el orden de las muertes) cuenta que el bandolero Barrasa y dos hombres de su banda secuestraron a una joven hija de unos acaudalados madrileños. Mientras esperaban cobrar el rescate la llevaron al Cancho de los Muertos. Aprovechando que el jefe se ausentó del lugar, los otros dos pelearon por ser los primeros en abusar de ella y en tal lucha uno murió a manos del otro. Cuando el jefe volvió, no convencido por las explicaciones del vivo, trató de arrojarlo por el precipicio, pero éste se le engancho del tobillo y los dos se despeñaron. La joven quedó allí sola, pero libre, y fue rescatada por un pastor de cabras, El Mierlo, quien la llevo a Madrid y renunció a recibir ninguna compensación por ello. Cuando El Mierlo volvió a La Pedriza, otros bandoleros pensando que sí había cobrado la codiciada recompensa, lo asesinaron días después. Sus amigos pastores hicieron en el suelo, con piedras, una cruz en el lugar en que fue vilmente asesinado, en las inmediaciones de Mataelpino (collado de Valdehálcones)

Cruz de El Mierlo (collado de Valdehálcones)

La tercera leyenda tiene como actor principal a Pablo Santos, el bandolero más nombrado de todos. A mediados del siglo XIX este bandolero raptó al hijo de la señora Braulia del Valle, vecina de El Boalo, llamado Manuel Sanz. Braulia era una acaudalada propietaria de la localidad (hasta aquí los hechos ciertos). La leyenda cuenta que "un día estando los vecinos en El Boalo oyendo cantar misa, bajaron Pablo Santos y sus hombres al pueblo y encerraron a todos los feligreses en la Casa de Dios, llevándose como rehén al niño Manolo Sanz, hijo de la rica vecina del mismo pueblo, Dª Braulia del Valle..........Como rescate pidieron un talego lleno de onzas de oro, que les fueron entregadas al bandolero, el cual las repartió entre sus hombres.........Agradeciendo que todo el mal trago saliera bien, la señora Braulia regaló la imagen de San Sebastián a la Iglesia del pueblo". Y la leyenda continua, pues el cabrero Bautista Montalvo, de Mataelpino, relata que unos días después de ocurridos los hechos anteriores, Pablo Santos y su banda le robaron a él su magnifica escopeta de caza y algún valor que llevaba encima; asimismo, se llevaron un excelente gabán que acababa de estrenar. Esta prenda produjo algún desencuentro en el seno de la banda, y uno de sus componentes llamado Isidro el de Torrelodones, arrebató la prenda en cuestión y mató a su jefe de un trabucazo. Este fue el trágico final de Pablo Santos, "el bandido de La Pedriza",  que cayo muerto al pie de la cerca de los huertos, cuyas ruinas existen hoy al pie de la cuerda de Los Porrones, cerca de Mataelpino.

Sierra o cuerda de Los Porrones

A lo largo del resto del siglo en la agricultura continua predominando el cultivo de los cereales, con escasos rendimientos. La única novedad es la introducción de la patata que tiene un papel revitalizador (sustituye al cultivo del lino en los linares, ya que el uso generalizado de la fibra de algodón se había impuesto en aquella época). En la ganadería continúan los rebaños tradicionales; en 1889 se contaba con 34 cabezas de ganado caballar,  266 de vacuno, 804 de cabrío y 2.230 de lanar. 

Las medidas desamortizadoras tanto eclesiásticas (Juan Álvarez Mendizábal, 1836/1837) como las que afectaban especialmente a los bienes propios y arbitrios municipales (Pascual Madoz, 1854/1856), perjudican doblemente las bases de la ganadería. Por un lado, en esos años las tierras comunales son vendidas por los ayuntamientos y desaparecen las comunidades de pastos; y por otro, los nuevos propietarios siembran cercando las tierras sin respetar las servidumbres de paso que atravesaban sus propiedades, desapareciendo vías pecuarias y cañadas; el conflicto se prolongará años hasta que finalmente en otoño de 1898 tuvo que intervenir el Gobernador Civil de la provincia para resolver el elevado número de denuncias y quejas presentadas por los ganaderos afectados. El impulso definitivo para acabar con los conflictos de los deslindes de términos y establecer la configuración del territorio tuvo lugar a partir de 1870, cuando para la formación del mapa topográfico de la provincia se incorporan las modernas operaciones de deslindes (con brújula, niveles, teodolitos, etc.), superando el sistema de amojonamientos clásicos que tantas disputas originaron entre municipios y propietarios de fincas. 

En El Boalo, al igual que en otras localidades de la Sierra, la industria de la cantería prospera bastante en el siglo XIX debido a la fuerte demanda de piedra de granito, siendo la principal fuente de pedidos el adoquinado de las calles y la construcción de edificios en Madrid; las canteras se explotaban en el centro y sur del término. Y con la cantería prospera también en la zona el transporte de la piedra con carretas tiradas por bueyes. En este sentido, la poderosa Compañía del Norte ejecutó un proyecto de vía férrea con el fin de proveerse de piedra en las canteras de los pueblos serranos de Moralzarzal, Becerril, El Boalo y Cerceda, para el balasto de sus vías en construcción. Con esta idea, en 1883 la Compañía del Norte inauguró los 11 kilómetros de una vía de ferrocarril que unía su estación de Villalba de Guadarrama con un cargadero de piedra situado en la zona de El Berrocal (esta línea fue cerrada oficialmente 73 años después, el 6 de julio de 1956). A finales del siglo XIX, el "tío" Hilario (de Lema), de El Boalo, ya se dedicaba con su carreta al transporte de piedra desde las canteras de la zona hasta El Berrocal, forjando básicamente su acaudalado bienestar económico con el ejercicio esa actividad.
 
                                                        Cantera abandonada

Los Aleas: reses bravas en El Boalo


En las tierras de El Boalo va a pastar el ganado bravo desde el siglo XIX. Algunos quiñones y cercas se irán poblando de reses bravas desde entonces.  El hierro de Aleas del "9" es el más antiguo de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, pues se presento en Madrid el 19 de mayo de 1788. La ganadería de Manuel Aleas López, rico hacendado de Colmenar Viejo, se fundó en 1783 y sus toros pastaron en tierras de Colmenar Viejo y en Navalapuerta, quiñón del término de El Boalo, a lo largo de los años. Bajo la dirección de su hijo Manuel Lucio Aleas alcanzó la divisa su máximo cartel. En 1914, por divergencias familiares, se separan los herederos hermanos García-Aleas, Manuel y José, dividiendo la ganadería.


                                                  Morfología del toro de Aleas

Eran toros de gran tamaño y astas muy desarrolladas, pero su principal característica era el pelo colorado encendido. Fue una ganadería temida por los afamados lidiadores del siglo XIX que decían "A los Aleas ni los veas".





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